El bombardeo de anuncios y los escaparates de las tiendas hacen imposible olvidar que el 14 de este mes es San Valentín, el día de los enamorados. Entre las infinitas lecturas de este tema está el de la causa del amor sexual. Por prosaico que resulte, la causa está simplemente en la naturaleza. Por más variadas y singulares que sean las historias de los amantes, por más filigranas, poesías y canciones que rodeen el amor entre humanos, lo único que le interesa a la naturaleza es la reproducción de la especie.

En realidad, la fría y ciega tiranía de la naturaleza es la causa última de todos los patrones de comportamiento, tanto de los pájaros que construyen un nido para sus polluelos como de los humanos que pagan una hipoteca para sostener un hogar en el que crecen sus niños. Desde esta perspectiva hay una cierta colisión entre la naturaleza y la libertad y subjetividad individual. Por ejemplo, que pretendamos vivir más allá de la edad reproductiva no es de interés para la naturaleza. Tampoco lo es una refinada cena con velas y Dom Pérignon cuando lo único que a la naturaleza le importa es que nuestro organismo ingiera nutrientes suficientes para mantenerse en funcionamiento.

En la historia de la humanidad, a medida que algunas sociedades lograron abundancia de recursos más allá de la subsistencia, fueron desarrollando una búsqueda de placer independiente y hasta enfrentada con la programación biológica. Se trata del placer y bienestar que solo atañe al individuo. Vivir para sí versus vivir para la especie.

Muy recientemente surgió una sorprendente muestra de este fenómeno. Comenzó con la publicación en 2013 del libro Livig the life unespected ("Viviendo la vida inesperada") de la autora inglesa Jody Day, coincidiendo con la fundación de la asociación Gateway Women en apoyo a las mujeres sin hijos y que desencadenó el surgimiento del movimiento NoMom, contracción de No Mothers ("no madres"). Se trata de mujeres que deciden no ser madres y que niegan la maternidad como imperativo.

Este creciente movimiento se está manifestando en mujeres mediáticas que declaran públicamente su determinación. Una lista cada vez mayor de celebridades de la pantalla y del ámbito público en todo el mundo se declara perteneciente a la generación NoMo. En España, entre otras Maribel Verdú una de las actrices más galardonadas, declaró en varias ocasiones su determinación al respecto pese a que lleva 18 años casada.

Audrey García, activista de esta corriente declaró: "La sociedad todavía nos ve como máquinas de fabricar bebés". Samanta Villar, periodista y escritora barcelonesa, madre a sus 41 años de mellizos, publicó un libro que intenta desmitificar la maternidad titulado Madre hay más que una. Estas son algunas de sus afirmaciones: "Hay un relato único de la maternidad como un estado idílico, que no coincide con la realidad y estigmatiza a las mujeres que lo viven de manera distinta" o "yo no soy más feliz ahora que lo que era antes".

El genial Quino en Mafalda, cristalizó en su personaje Susanita el estereotipo contra el que se rebelan las mujeres de este movimiento. En uno de sus viñetas la maestra pregunta a Susanita: "¿Futuro perfecto de amar?". Y Susanita le responde "¡Hijitos!".

Según un estudio demográfico de la Universidad de Barcelona un 25% de las mujeres nacidas en los años 70 no tendrán hijos. Una cifra impensable unos años atrás.

Esta rebelión contra los mandatos de la naturaleza, y de la sociedad, empezó hace mucho tiempo con el surgimiento de los anticonceptivos como recurso para destilar el placer sexual de su finalidad natural. Es importante destacar que el discurso que une a las mujeres que forman parte de este movimiento no contiene referencias a una renuncia al amor, a la pareja o a la sexualidad. Por el contrario, en este movimiento el amor a un hombre se presenta como un fin en si mismo y no como un medio para la maternidad.

Por lo tanto, no hay motivos para ensombrecer el festejo y júbilo del amor en San Valentín, aunque algunos enamorados cambien objetivos.

* Psicólogo clínico