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Rajoy con Trump

Es difícil de entender que un político hable oficialmente estos días desde España con Trump sin pronunciar en su presencia las dos palabras que centran absolutamente la naturaleza del problema generado por la irrupción del presidente populista en el mundo globalizado: "inmigración" y "México". El mundo está atónito porque la gran potencia pone trabas racistas y religiosas a la libre circulación de personas y porque el multimillonario mal criado que ocupa la Casa Blanca está decidido a humillar a su vecino latinoamericano del sur, además de causarle previsibles perjuicios materiales y humanos.

Cuentan los comunicados de prensa -y no hay otras fuentes a disposición de la opinión pública- que Rajoy se ha ofrecido "como interlocutor" de Washington en diversas partes del mundo. No se entiende bien la oferta, ya que la envergadura de nuestro país es la que es, y no deberíamos exagerar. Y si lo que ha querido decir Moncloa es que nos ofrecemos a mediar, el currículum puede que no sea del todo satisfactorio: desde 2006 tenemos un conflicto con Cataluña, que no ha parado de deteriorarse. En esta materia de la conciliación, la negociación y el pacto, quizá deberíamos tomar clases antes de proponer nuestro magisterio.

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