Diario de Mallorca

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Eduardo Jordà

Exámenes

El otro día leí no sé dónde que muchas camareras de hotel cobran 1,30 euros la hora por limpiar las habitaciones. Al lado de estas camareras de hotel, una limpiadora que mi hija conoció en un gimnasio era una privilegiada: ganaba cinco euros la hora, aunque sólo podía trabajar durante una hora y media y luego tenía que irse a su casa. Seguro que cualquiera que lea esto conocerá casos mucho más vergonzosos o igual de humillantes.

Y mientras nos enteramos de estas cosas, se hace público que un robot californiano de la empresa Momentum Machines es capaz de preparar cuatrocientas hamburguesas por hora. En Japón ya hay un restaurante atendido por robots que se encargan de servir las mesas y de atender en la barra (por lo que parece, se les da muy bien preparar cócteles, aunque me pregunto cómo lo harán con la aceituna reglamentaria en todo buen Dry Martini). Y se nos anuncia que dentro de poco los coches y camiones y autocares automatizados harán el trabajo de miles o de millones de operarios que ahora trabajan en el sector del transporte. Tampoco son muy alentadoras las noticias que llegan sobre las impresoras 3D. Es cierto que muchas ya fabrican o están en condiciones de fabricar prótesis quirúrgicas y piel y órganos humanos, cosas que sin duda pueden ser muy beneficiosas; pero hay otras que fabrican ladrillos y joyas y discos y libros, y que ya amenazan con construir casas, o que ya pueden fabricar comida fresca, drones y hasta armas de fuego (lo de la comida fresca me intriga mucho y no consigo entenderlo, pero hay tantas cosas en el mundo que son difíciles de entender que uno prefiere hacer como que las entiende). El caso es que todo esto va a suponer miles o millones de puestos de trabajo perdidos que nadie sabe cómo se podrán reubicar en otra actividad laboral. Y nadie sabe tampoco de qué van a vivir esos trabajadores y licenciados universitarios que de repente van a ver que sus conocimientos no sirven absolutamente para nada.

Pienso esto cuando veo a mi hija preparar sus exámenes de Derecho. El otro día estuve viendo con ella sus apuntes de clase: Teoría del Derecho, Derecho Romano, Filosofía del Derecho, Derecho Constitucional? No sé a cuenta de qué, estuvimos repasando una frase complicada de Derecho Romano que hacía referencia a un tributo pecuniario. Mi hija, como todos los que no han dado clase de latín, ignoraba el significado de ese adjetivo. Pero lo sorprendente era la frase extraída de un texto legal escrito en latín hace dos mil años. Y en ese texto, un Montoro romano que se llamaría Caius Calpurnius o cualquier otra cosa así ya había estipulado con prosa marmórea la existencia de esta clase de tributos, y los había clasificado y dividido con una precisión exhaustiva. Todo era muy aburrido, sí, y muy pedestre y muy sórdido (todo lo que tiene que ver con los tributos lo es), pero ahí estaba la base de todo ese entramado jurídico que ha llegado hasta nuestros días y que ha hecho posible la Revolución Francesa, la división de poderes, Tocqueville, la democracia representativa, las vacaciones pagadas, las Naciones Unidas, la Seguridad Social, la UE, la abolición de la pena de muerte, el matrimonio homosexual... Todo eso que ahora parece tan poca cosa y que mucha gente sobre todo los raperos considera desfasado y viejo y caduco, pero que es la única base de eso que llamamos civilización. Porque todo lo que ahora permite sostener las conquistas sociales por precarias que parezcan ha surgido de las páginas densas y casi incomprensibles del derecho tributario, de las aburridas disquisiciones de los fundadores del Derecho, de los áridos párrafos del Derecho Constitucional.

Lo que no sabemos es si todo este mundo de frágiles construcciones jurídicas va a poder resistir en la era de las impresoras 3D y de los coches automatizados y de los robots que prepararán las hamburguesas del fin de semana. ¿Se podrán mantener las conquistas sociales en un contexto de desempleo masivo? ¿Quién pagará las cuotas de la Seguridad Social? ¿Y qué clase de trabajo retribuido podrá realizarse? Si ahora una limpiadora gana cinco euros a la hora, ¿cuánto ganará en la época en que tenga que competir con un robot? ¿Y qué conceptos jurídicos tendrán sentido en ese mundo en que nuestros conocimientos apenas van a tener ningún valor? ¿Qué clase de Derecho Laboral podrá ser aplicado? ¿O existirá la idea misma de un Derecho Laboral? De eso no sabemos nada. Pero mi hija, claro, tendrá que seguir preparando sus exámenes.

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