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Juan José Millas

Tierra de Nadie

Juan José Millás

Quiéreteme

He aquí que en medio de la confusión de un mundo sin orden, sin sintaxis, sin moral, sin más gramática que la denunciada por Oxfam Intermon en su reciente informe sobre las diferencias económicas, he aquí, decíamos, que llegan unos grandes almacenes y basan su campaña de invierno en un lema, Quiéreteme, cuyo análisis revela que se trata de un dativo ético. Un dativo ético, Dios mío, compuesto por un verbo y dos pronombres, uno de primera y el otro de segunda persona. Quiéreteme. No quiérete, a secas, que te diría un coach, sino Quiéreteme, con acento en la primera e, por esdrújula. Y es que, como el ornitorrinco, lo tiene todo esta palabra en la que el 'me' indica que el hablante se siente concernido emocionalmente por la acción. Quiéreteme porque a mí me afecta que te quieras, porque si no te quieres no sé qué rayos va a ser de mí. No te limites a quererte, quiérete un poco para mí, para mi tranquilidad, para que yo, después de verme en tu reflejo, empiece a quererme a mí mismo también. Es lo que le diríamos a un hijo, quiéreteme, hijo. Con toda la carga sentimental del 'me'.

Lo más probable es que a esos grandes almacenes le importemos un pito. Algunos dirán que no se trata de un dativo ético, sino de interés, pues si yo, al quererme, me compro un pijama, influyo en la cuenta de resultados de la marca. Pero prefiere uno pensar que el creativo alumbrador del lema pensaba, al tiempo que en los grandes almacenes, en algún ser amado. De ahí que le saliera, casi como un gemido, ese quiéreteme que al principio suena a trabalenguas. Es posible que más de uno y más de dos hayan tenido que detenerse a cavilar sobre el significado de esa extraña construcción equivalente a 'no te me mates', en la que también el hablante se encuentra emocionalmente comprometido. Pero 'no te me mates' tiene cuatro palabras. Es un ruego poco económico, necesita cuatro golpes de voz, a lo mejor antes de llegar al final ya te has matado. Quiéreteme, en cambio, es una construcción de un solo golpe, es un disparo ético que en estos días de frío se le debería haber ocurrido al Gobierno en vez de a El Corte Inglés, a quien, si no nos gusta, podemos devolvérselo. Pero nos lo quedamos. Envuélvamelo usted con el pijama.

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