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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Malos tiempos para el Lírico

El Born y alrededores se parecen a la terminal del aeropuerto internacional... de Shangai. Con la supresión del Café Lírico, prosigue implacable el sueño de la industria turísticoinmobiliaria, la eliminación del factor mallorquín de la ecuación. Las terrazas de referéndum sin ningún gusto, que hacen impracticable el paseo, contribuyen a la atmósfera plastificada de puente aéreo. La debacle identitaria no permite despacharse con la evocación, también lírica por bobalicona, de que en el Lírico conocimos a una novia felizmente olvidada o leímos un libro. Era un bar antiguo, ahincado en el territorio como una higuera de la que celebramos la permanencia sin criticar su silueta. Ambos mueren porque Palma necesita espacio para abrir otra tienda de bolsos de importación. Es decir, un chiringuito de souvenirs de lujo.

Malos tiempos para el Lírico, el bar alternativo para marginales que no iban de bares. Fallece por los alquileres disparatados. Alguien nos explicará un día por qué la isla tiene que ser un negocio infinito para quienes no han creado un átomo de riqueza, mientras se condena a muerte al pequeño agricultor, al pequeño comerciante y al pequeño mallorquín en todas sus manifestaciones gremiales. La columna vertebral de Palma no muestra en sus escaparates ni una firma local. Es decir, se aplasta a los creadores propios en aras de la falsa libertad de comercio. ¿En qué mejora este Born a los tiempos del Miami?

Admito mi cerrazón, pero no entiendo la diferencia entre apalear a los mallorquines y liquidar el Lírico. Ya me sé el discurso de que no se puede marchar contra el signo de los tiempos, que nos ha convertido en la isla más corrupta desde el pirata Drake. También en Estados Unidos era imposible revertir la tendencia de producir bienes en el extranjero. Sin embargo, y de repente, gigantes norteamericanos como Ford, Lockheed o Amazon están dispuestos a sacrificar una cuota de beneficios a cambio de concentrarse en el territorio que bruñó su leyenda. Esperemos que la isla también sea gobernada un día por un Trump, que combata con fiereza a quienes aspiran a que Mallorca deje de serlo. No llegará a tiempo de salvar el Lírico.

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