Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Cuervo

Artículos de broma

Javier Cuervo

Ricas y famosas

Los aprendizajes son muy duros. Cuando tenía veinte años me metí en el cine para ver Ricas y famosas, la última película de George Cukor (que lo sería). Quedé hasta el final de esta historia de dos escritoras maduras (Candice Bergen y Jacqueline Bisset), amigas de infancia que orean sus resentimientos. Género resentimental. Aprendí entonces que ningún género me desalentaría de ver una película si podía ser buena, por poco que me interesara a priori. "Ricas" y "famosas" eran dos palabras que detestaba, sólo tolerables si adjetivaban los cadáveres de la primera escena de las películas de gángsters que tanto me gustaban.

El mundo y yo hemos cambiado. Aquellas mujeres maduras me parecen dos interesantes chicas de mi edad y Ricas y famosas no es el título de una olvidada película de un gigante de Hollywood sino una etiqueta consumida por millones de personas en forma de información o espectáculo de no-ficción. Hollywood no acuñó la etiqueta entonces pero, como ya configuraba la mentalidad de Occidente, el exactor Ronald Reagan acababa de llegar a la Casa Blanca. Hoy la telerrealidad y la propia realidad televisada (fotografiada, grabada, subida a las redes sociales) configuran la mentalidad de Occidente y el presidente electo de los Estados Unidos es Donald Trump, rico, famoso y expresentador de un concurso-reality. Mejorando.

La riqueza era una forma de alcanzar la fama en EE UU. Hoy la fama es una forma de hacerse rico (o valor equiparable). Y hay megarricos y megafamosos. En el Massachusetts Institute of Technology (MIT) han creado un criterio medidor de la fama a partir de internet. Uno es famoso si hay artículos sobre él en más de veinte lenguas y megafamoso a partir de sesenta idiomas. El famamensor es políglota. El MIT confirma que lo importante es que hablen de ti, aunque sea bien, en muchas lenguas.

Compartir el artículo

stats