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Llorenç Riera

Mallorca reciclará bien si Palma lo hace

Uno de los grandes retos que tiene ante si la sociedad actual es el del tratamiento, reutilización y buen aprovechamiento de los residuos sólidos urbanos que los hábitos y las imposiciones comerciales obligan a producir en gran cantidad. Algo se ha ido avanzando en los últimos tiempos. Hay una mayor concienciación sobre la necesidad de reciclar, y de hacerlo bien, mientras, por otro lado, las autoridades han ido creando de forma progresiva infraestructuras y medios para poder hacerlo.

Ya son bastantes los municipios de Mallorca que recogen la basura de forma selectiva, en función de su composición y posibilidad de darle nueva utilidad. Por otro lado, prácticamente todos ellos disponen de un punt verd controlado donde los vecinos pueden depositar sus despojos de modo separado.

Por lo general, los mejores avances se han hecho en las poblaciones menores por una cuestión logística y de oportunidad. Es más fácil separar residuos donde abundan menos y en el lugar en que la tradición rural tiene como propio el aprovechamiento máximo de las cosas. Por eso y sin que sirva de pretexto, las grandes urbes de Mallorca saben muy poco de reciclaje y limpieza de la vía pública. En Palma es un hecho de concienciación personal antes que una actitud colectiva. No digamos Manacor. Basta mirar sus calles.

Mallorca reciclará bien el día que Palma lo haga a conciencia y, con el mismo empeño, mantenga sus calles presentables. Por una simple cuestión demográfica. La capital concentra, en términos globales, la mitad de la población residencial de la isla. Ahora el Ayuntamiento parece decidido a emplearse a fondo en el noble empeño de que él mismo y sus administrados reciclen a conciencia, de acuerdo con las exigencias y la necesidad de los tiempos modernos. La junta de gobierno dio ayer el visto bueno al reglamento de la nueva Ordenanza de Limpieza, Deshechos y Rresiduos Sólidos Urbanos que el pleno municipal tiene previsto aprobar el próximo día 26. Entrará en vigor el uno de enero de 2018. Queda por delante un año de transición para comenzar a implantar toda una serie de medidas novedosas y de alto calado.

Convendrá aprovecharlo por varios motivos. Por su interés general, en bien de la eficacia y porque, de no hacerlo, habrá que rascarse el bolsillo. El particular y el público. Las multas que antes se fijaban en 300 euros pasan a ser de 900 y las de 750 suben hasta 1.500. Habrá que aprender a no dejar cristales en la playa y sobre todo, a prescindir de las bolsas de plástico de un solo uso. En principio estaba previsto que quedaran vetadas para los comercios pero ahora la prohibición se extiende a todo tipo de empresas y negocios. El Ayuntamiento tampoco podrá retirar contenedores de vidrio entre las 22 y las 8. Es, al menos, un poco de sensatez.

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