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Antonio Tarabini

Gobierno en minoría (Y II): la oposición

El gobierno presidido por Rajoy, obtuvo en segunda ronda el placet parlamentario gracias a los votos positivos de Ciudadanos y la abstención de los socialistas. Pero ha llegado la hora de la gobernabilidad que el PP, en principio, no tiene garantizada. Rajoy, su gobierno y grupo parlamentario, deberá negociar y pactar con los diversos grupos que conforman la oposición mayoritaria en el Congreso de Diputados (en el Senado el PP cuenta con mayoría absoluta).

Tal oposición es plural y diversa. Un primer bloque lo forman los partidos de ámbito nacional, que cuentan con grupo parlamentario propio, y que están ubicados en la izquierda (PSOE y Podemos); así como Ciudadanos, primos hermanos del PP, cuyo apoyo parece depender de la puesta en marcha de las “150 medidas” del pacto de investidura PP/C’s. El segundo bloque lo forman los partidos minoritarios ubicados en el grupo mixto, y especialmente los grupos soberanistas del ámbito catalán y vasco cuyo apoyo puede ser decisivo en aspectos concretos de la gobernabilidad (el presupuesto, y/o enmiendas, y/o propuestas…).

A priori los populares cuentan con Ciudadanos como garantía de gobernabilidad, y en el otro extremo no cuentan con Podemos. El interés máximo de Rajoy es poder contar con el apoyo total o parcial de los socialistas ya sea en temas trascendentes como puede ser una Reforma de la Constitución, así como en otras iniciativas (incluidas también algunas por parte del PSOE) presentadas como de interés general. El apoyo del PSOE al límite de gasto a cambio de un aumento relevante del salario mínimo. El decreto-ley aprobado en el último Consejo de Ministros referido al Bono social de la luz, que se modulará en función de la renta, así como el coste de los impagos para evitar cortes de suministro que será cofinanciado por las eléctricas. Ambas iniciativas han contado con el rechazo frontal de la oposición, especialmente de Podemos, y un cierto ataque de cuernos por parte de Ciudadanos.

Mientras los socialistas siguen enjaulados en su propia confusión interna. Un partido y grupo parlamentario dividido, sin un liderazgo ni en su propia organización interna ni en sus entornos externos, dirigidos por una comisión gestora que pretende imponer estrategias políticas con la ilusión de practicar una “oposición responsable y útil”. ¿Cómo hacer creíbles las iniciativas de los socialistas sin recomponer un discurso político propio y autónomo que posibilite recuperar su credibilidad y confianza? Ahora el PP intentará el apoyo socialista a los Presupuesto por aquello de la “responsabilidad” ¿Cuál será su propuesta? Están intentando, junto con otros grupos, dejar sin efecto leyes como la Lomce, la reforma laboral, la denominada ley mordaza… bloqueadas por el PP a pesar de no tener mayoría.

La otra oposición del arco de la izquierda se supone procederá de Podemos, inmersos hoy por hoy en sus propios debates internos que deberían resultar útiles para redefinir sus estrategias y liderazgos. El primer round lo ha ganado Pablo Iglesias, pero por puntos. ¿Será posible que se complementen las estrategias de Iglesias (que prima la acción política en la calle, incluido un hiperliderazgo) y de Errejón (que pretende fortalecer el ámbito institucional y parlamentario, y un liderazgo menos personal y más compartido)? ¿Será posible que PP/PSOE y viceversa, aun siendo dos organizaciones autónomas y distintas, dejen de considerarse como enemigos viscerales?

El momento político que nos ha tocado vivir, como mínimo es estimulante. Siempre y cuando los populares, con Rajoy a la cabeza, no limiten la gobernabilidad de su gobierno en minoría, en la simpatía y elocuencia de su ministro portavoz y en los silencios actuales del insigne Antonio Hernando su portavoz parlamentario, adobado de tanto en tanto con la amenaza de unas nuevas elecciones. Siempre y cuando la oposición sepa practicarla sin renunciar a ser alternativa a las políticas de los populares, pero a su vez que no sea necesariamente incompatible con llegar a acuerdos. El mal llamado problema catalán merece una reflexión propia.

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