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Antonio Papell

El PP se libra de Aznar

La ruptura entre Aznar y el Partido Popular de Rajoy parecía inevitable después de que FAES, el feudo ideológico del expresidente, acusara formalmente al partido de haber asumido el discurso de sus adversarios en tres asuntos cruciales: el final de ETA, la cuestión catalana y el posicionamiento económico del gobierno popular. Aznar no ha digerido que ETA fue inteligentemente derrotada por el PSOE de Rodríguez Zapatero y Rubalcaba; que la cuestión catalana no tendría la virulencia actual si él mismo no hubiera sobreexcitado al radicalismo durante la penosa legislatura 2000-2004, y que la derecha europea se ha impregnado de ciertos tintes socialdemócratas porque no es sostenible determinado grado de desigualdad en las sociedades modernas. El desentendimiento ha incluido también la crítica de Aznar a la supuesta postergación por el PP de Rita Barberá?, víctima propiciatoria de un colectivo episodio de corrupción que hundía las raíces en la etapa de Aznar.

Tampoco parece haber digerido Aznar la evidencia de que las elecciones generales de 2004 no fueron perdidas por Rajoy sino por él mismo, quien, con una prepotencia sobrecogedora, tomó decisiones tumultuosamente impopulares en relación a la guerra de Irak (rompiendo todos los consensos internos en materia de política exterior y situándose en una posición excéntrica en la propia Unión Europea), crispó el ambiente catalán hasta límites increíbles, bien aprovechados por ERC, y se obstinó el 11M en la defensa de la autoría de ETA respecto de los tremendos atentados islamistas, consolidando con aquella mentira la victoria del PSOE y socavando el crédito del partido que había alentado con fines espurios semejante falacia.

El resto de la historia es conocida: al llegar al gobierno Rajoy en 2011, se encontró con un partido minado por la corrupción? que provenía de tiempos anteriores. Aunque el nuevo presidente popular había sido una pieza importantes en el engranaje de Aznar fue varias veces ministro antes de ser designado sucesor, es evidente que Bárcenas alcanzó su imperium económico en Génova en la anterior etapa de poder y que Francisco Correa, el alma del caso Gürtel, mantenía con Aznar cierta relación de amistad que podría desprenderse del hecho de que fuera uno de los invitados a la selecta boda de la hija de Aznar en El Escorial, un acto megalómano de regias resonancias al que asistió buena parte del establishment europeo para perplejidad de la opinión pública española. La integridad de Aznar no está en duda, pero parece claro que no supo controlar su partido, que ya por aquel entonces emprendía también la deriva valenciana que dio lugar al mayor escándalo territorial de corrupción de toda la etapa democrática.

Es evidente que Aznar pretendió que FAES fuese la fuente de inspiración del Gobierno Rajoy, es decir, que éste fuese el ejecutor de las políticas dictadas por el expresidente? Y ni las cosas han discurrido de este modo ni es imaginable que un político democrático, con su legitimidad emanada de las urnas, acate semejante mandato y se ponga a las órdenes de un fundador tan controvertido. Lo extraño es que la ambigüedad haya durado trece años, durante los cuales la relación ha ido empeorando y los descolocados durante el mandato de Rajoy han ido encontrando cobijo en FAES (Acebes, Aguirre, Ruiz Gallardón, etc.).

El futuro no está escrito, pero al parecer el PP teme que esta ruptura sea aprovechada por Aznar para intensificar sus críticas, ya con toda franqueza, a su antiguo partido. Si así fuera, la historia juzgaría con gran dureza a Aznar por no haber tenido la grandeza de arropar a sus epígonos en lugar de ponerles constantemente palos en las ruedas.

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