Diario de Mallorca

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No se sabe en qué momento exacto nace una lengua pero los logros de la postmodernidad, con la globalización del planeta, han permitido levantar el acta de extinción de un idioma en concreto: el resígaro, una lengua amazónica de la que no tenía noticia casi nadie yo, al menos y que se extingue tras haber sido asesinada la última mujer que la hablaba, Rosa Andrade Ocagane. Nos hemos enterado de la desaparición del resígaro con un mes de retraso, al denunciar sus familiares la muerte de la señora Andrade y tomar la palabra los antropólogos explicando que ella y su hermano eran los últimos resigaroparlantes identificados. Puede que haya más, porque el censo levantado por los especialistas hace nueve años registró hasta 97 indígenas con esa lengua, pero no se conoce hoy a nadie capaz de hablarla. Salvo el hermano de Rosa Andrade, que no podrá comunicarse en resígaro con nadie ahora que su hermana ha desaparecido.

Las lenguas nacen poco a poco, como dialectos del idioma del que proceden, y no se dan por tales hasta que existe una comunidad capaz de entenderse en la nueva lengua sin que sus vecinos comprendan lo que dicen. Viene a ser como el proceso de aparición de una nueva especie por aislamiento reproductivo respecto de las otras que le quedan más cerca. Las lenguas mueren también de forma gradual, según van haciéndose raros quienes mantienen como materno cada idioma. La novedad de ahora mismo es que se certifique al cierre para siempre del resígaro con el nombre y apellidos de sus últimos dueños. Sucede como con la extinción de los fueguinos, los indígenas que Darwin llevó hasta Inglaterra en el camino de vuelta a bordo del Beagle; también en ese caso se pudo certificar la muerte del último fueguino cerrando ese capítulo de la historia de la humanidad.

Tribus, etnias, lenguas, costumbres: la diversidad desaparece de la mano de la globalización, con la paradoja de que ésta permite que podamos darnos cuenta de que es así. Será cosa de resignarse, que hay pocas probabilidades de que la Historia dé marcha atrás aunque, en cuestión de lenguas, la voluntad política ligada al Estado de Israel logró el milagro de resucitar el hebreo. No sucederá lo mismo con el resígaro, ni con el resto de las lenguas amazónica en vías de extinción porque su persistencia la de los indígenas que las hablan es incompatible con el negocio de extracción del caucho. Se cree que fueron los caucheros quienes asesinaron a Rosa Andrade y ojalá que la justicia peruana logre castigarlos por ese crimen. La desaparición de la lengua que hablaba la mujer no es delito, que se sepa, y ni siquiera falta, por más que haya que lamentarla. Aunque, bien mirado, si el latín desapareció, se tiene la certeza de que lo harán también el chino mandarín, el castellano y el inglés, que son los idiomas más hablados hoy. Lamentemos al menos lo mal que los utilizamos, razón principal para que entren en desuso.

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