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Tradiciones que matan

De los muchos factores que pueden explicar las causas del abandono escolar en Baleares, hay uno que llamada poderosamente la atención y, de algún modo, es el más preocupante, más que nada porque no sólo afecta al ámbito estrictamente educativo, sino que apela a toda una sociedad, la balear, aquejada de desidia, indiferencia o, como suele decirse, de manfutisme. El domingo pasado, DM recogía a doble página el grave problema educativo. La pregunta era: ¿Qué hay detrás del abandono escolar? Sin duda, el soniquete de que Baleares es la región que está situada a la cola de Europa en cuanto a calidad educativa se refiere, parece que no nos afecta en demasía. Con la burbuja inmobiliaria y con la llegada masiva de turistas tenemos más que suficiente para sobrevivir. Pues, ¿para qué estudiar si la pasta nos cae a raudales? Está expresado un poco a lo bruto, pero en esencia el tema es éste. Una de las investigadoras que estudian el espinoso asunto del abandono escolar, apuntaba una razón que a cualquiera con dos dedos de frente tiene que preocupar. Decía ella que en Baleares es ya tradición no darle ninguna o poca importancia a ese engorro denominado educación. La conclusión es como para que nos lo hagamos mirar con lupa. El tema es algo más enraizado y profundo, y no meramente una cuestión coyuntural o técnica. Podemos, por supuesto, poner en duda las carencias del sistema educativo, la complejidad sociocultural, los insuficientes recursos que destinamos a la inversión, los cambios continuos de las leyes educativas, la relativa facilidad de encontrar un trabajo de baja cualificación en el sector de la hostelería, etcétera. Todo esto es cierto. Ahora bien, todos estos problemas giran en torno a un problema central y bastante grave, que no es otro que el de la tradicional falta de interés de la sociedad balear y, por descontado, de sus, en fin, de nuestros sucesivos gobernantes, a quienes les importa más bien poco la pobreza intelectual que nos invade. Porque, vamos a ver, los problemas técnicos o coyunturales, la inversión económica en el sector educativo se pueden, de alguna manera subsanar. Sin embargo, la desidia, la falta de interés y coraje de toda una sociedad tradicionalmente obsesionada con el logro de dinero fácil y abundante, nos convierte en un lugar, en este aspecto, bastante deprimente y descorazonador, a pesar del sol, las playas y ese turismo cultural que intentamos meter con calzador, cosa aún peor ya que en seguida mostramos la pezuña. Sin duda alguna existen otros factores que influyen en este fracaso como sociedad. Ahora bien, aquí el fracaso está en el tuétano de una sociedad, la balear, demasiado condescendiente con ella misma y habituada a acomodarse en una buena estrella que no siempre estará ahí brillando para nosotros.

Pero no nos quedemos tan sólo en el sistema educativo y en el abandono escolar. Vayamos al terreno que, en principio, dominamos y en consecuencia deberíamos de ser ejemplares: el sector servicios, la hostelería, en definitiva, el turismo. Una cosa lleva a la otra. Si, en general, no se exige una alta cualificación laboral, no es difícil concluir que los servicios prestados al turista también se resentirán. De hecho, un gran número de turistas ya ha confesado que el trato recibido en Mallorca ha sido, durante su estancia, poco menos que grosero. Los precios caros y el trato brusco, casi humillante. Decía que una cosa conduce o puede conducir a la otra, y la buena educación también se debería notar en los servicios, no sólo en las escuelas, institutos o universidades. Quizá pensemos que el tiempo invertido en preparación o en educación no es más que tiempo perdido, tiempo que robamos a un negocio rápido. Mientras estudiamos y nos preparamos estamos perdiendo la oportunidad de nuestras vidas de cerrar el gran negocio. Y, claro está, para ello no hacen falta esos engorrosos estudios, esa preparación, esa disciplina que, por lo menos, nos hará algo menos bestias. La idea de fondo, la patética idea de fondo que late es la siguiente: las horas de estudio nos roban horas de ganancia económica. En definitiva, que estudiar viene a ser sinónimo de pérdida de tiempo y dinero. Ése es el manfutisme social al que se referían estos investigadores. De los factores expuestos por estos investigadores y que, bien es verdad, sumados todos arrojan unos depauperados resultados, el más sangrante es éste y que en estas islas, por desgracia, ya se ha convertido en tradición arraigada: el desinterés general de la sociedad balear por la educación y la cultura. Hay tradiciones que matan. No ocurre lo mismo, por ejemplo, en Castilla y León, comunidad que se toma el asunto de la educación con rigor y cuyos responsables demuestran una seriedad que nos pone en evidencia. Y todo ello sin tanto ruido, aunque con una efectividad envidiable. Si nos da pereza, no vayamos a Finlandia, basta con que nos fijemos en nuestros colegas castellanos. Tomemos apuntes.

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