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Daniel Capó

Menos es más

En su libro The Fourth Revolution, John Micklethwait y Adrian Wooldridge indagan sobre los criterios de calidad en las políticas de las administraciones públicas y sobre las tendencias de futuro que marcan algunos países. Los autores se centran en dos ejemplos antagónicos de éxito: Suecia (y, en general, el norte de Europa) y Singapur. Democrático y socialmente avanzado, el primero; autoritario y sin apenas Estado de Bienestar, el segundo. Ambos siguen modelos particulares que no son fácilmente replicables. La abundancia de materias primas en Suecia, junto a un importante tejido industrial, riqueza de capital humano y bajos niveles de corrupción política, subrayan no sólo la importancia del buen funcionamiento de las instituciones la constitución sueca fue la primera que consagró el equilibrio presupuestario, sino también el valor de la sedimentación cultural en un país. Singapur, en cambio, responde a un modelo distinto por su pasado colonial y por su condición de ciudadestado. El éxito singapurense no se puede desligar de la larga sombra de Lee Kuan Yew, que gobernó con mano de hierro durante cuarenta años, forjando el carácter de una de las naciones más competitivas del mundo: duras normas morales que pueden llevar a la cárcel o a recibir una buena cantidad de azotes si se masca chicle en la calle o se dibujan grafitis en los muros o en los vagones del metro; inmersión lingüística en inglés para que los niños se familiaricen con la cultura y la mentalidad del comercio y la ciencia; énfasis en el deber de formarse profesionalmente y de ahorrar para la vejez o las enfermedades, sin contar con el paternalismo del Estado; y, en definitiva, un modelo educativo cuyos resultados educativos asombran a todo el mundo. Si los informes PISA sirven para marcar alguna tendencia, la enseñanza finlandesa describe una prolongada caída hacia una tierra de nadie mientras Singapur sigue en la cima. El nuevo mito escolar se llama Singapur.

Tres son las claves que explican su éxito: la calidad del profesorado, la exigencia a los alumnos y un currículum muy pautado que enfatiza más los fundamentos que la proliferación de asignaturas. Como en el famoso axioma arquitectónico: "menos es más". Y, sobre todo, es mejor si lo que se pretende es poner las bases de un edificio intelectual que ha de ir consolidándose con el tiempo. Un ejemplo claro lo encontramos en el currículum que emplean para enseñar Matemáticas en primaria, cuyos primeros cursos acaban de aparecer en castellano gracias al trabajo editorial de una pequeña empresa navarra, Polygon Education, y al empeño del profesor Pedro Ramos, autor de un blog imprescindible para la didáctica de las Matemáticas: Más ideas, menos cuentas. Frente a la pseudociencia pueril de las inteligencias múltiples por citar una teoría en boga entre los que se dedican en España a elaborar libros de texto, la lógica lenta y gradual de Singapur resulta aplastante. Menos conceptos pero bien asimilados abren el camino a una mayor abstracción en los cursos siguientes.

De Suecia a Singapur, los modelos de éxito ilustran soluciones distintas a problemas complejos. El relativo triunfalismo con que el gobierno español y las distintas comunidades autónomas han acogido los últimos resultados del informe PISA nos alerta de los riesgos de un escapismo que no tiene en cuenta la fragilidad que corroe a una sociedad, la nuestra, indiferente o incluso desdeñosa hacia la excelencia. Europa en general y España en particular necesitan mejores políticas públicas. Y, aunque por supuesto el autoritarismo asiático no puede constituir un ejemplo a seguir, sus resultados académicos deben llevarnos a considerar qué hacemos peor que ellos y por qué. En realidad, no nos faltan medios ni información para conseguirlo.

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