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Jose Jaume

Austria avisa; siguen sin ver ni escuchar

Los dirigentes europeos de la derecha e izquierda instaladas: populares y socialistas en terminología española, ven en la victoria del candidato ecologista independiente en las presidenciales austríacas, el inicio del declive de la extrema derecha y, por extensión, de los populismos. Sobre lo ocurrido en Italia han optado por considerarlo un asunto interno sin proyección continental. Hay que echar mano de la recomendación evangélica: quien tenga ojos para ver, que mire; quien tenga oídos para escuchar, que oiga. O del viejo adagio de los clásicos: los dioses ciegan a quienes van a perder. En Austria no ha llegado a la presidencia de la República un poco disimulado nostálgico de la época nazi debido a que se confrontaba con un ecologista, con un adversario independiente no adscrito al cuarteado edificio de socialdemócratas y populares, que gobiernan en coalición. Sus candidatos respectivos fueron barridos de inmediato. Se quedaron sin opciones, por lo que los partidos tradicionales se vieron en la tesitura de pedir el voto para el candidato ecologista. No es tranquilizador que la extrema derecha austríaca, que cínicamente se denomina liberal, haya obtenido el 46 % de los votos. La mayoría entre los hombres. Son las mujeres y los jóvenes los que han evitado lo peor.

Al tiempo, en Italia, Matteo Renzi ha sucumbido con estrépito: pierde su referéndum con una distancia que se aproxima a los 20 puntos. Lo que se denomina una debacle. Cuestión doméstica para Europa si se trata de hacer declaraciones públicas; inquietud máxima en los cerrados círculos del poder continental. Lo que acontece en Italia posee un inocultable poder desestabilizador de la Unión Europea. Renzi es el tercer presidente del Consejo de Gobierno no elegido por las urnas. Tampoco lo fueron sus predecesores, Monti y Letta. El primero sustituyó a Berlusconi, destituido en un impresentable golpe palaciego, tildado con razón de genuino golpe de Estado. Berlusconi fue elegido democráticamente. En las urnas. Bruselas y Berlín acabaron con él. Monti cayó. Llegó Letta a quien apioló Renzi. Ahora los italianos han dicho que así no, que no quieren la concentración de poder que les proponía el dimisionario presidente. Se han servido para ello de un obligado referéndum.

Pero los poderes europeos siguen sordos y ciegos. Un ejemplo español: Mariano Rajoy afirma que la Constitución mejor no tocarla; en el PP le secundan opinando que los refrendos los carga el diablo. Después del lamentable y antidemocrático cambalache que protagonizaron PSOE y PP, por iniciativa del entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero, para reformar la Constitución con mucha nocturnidad y no menos alevosía, ahora hay que estarse quieto. Un referéndum en España podría ser letal, colige Rajoy. Miedo a las urnas. No se quiere ver que la quiebra del régimen constitucional avanza para tornarse definitiva si no se actúa. Lo de Cataluña no se puede cronificar, como creyó Ortega un siglo atrás. Queda menos de un año para hallar una solución. En el otoño de 2017 podemos estar en una situación imposible.

Un 2017 que es promesa de convulsiones fuertes. Arrancará, el 20 de enero, con Donald Trump aposentándose en la Casa Blanca y alentando a los llamados populistas (ya todo, menos lo establecido, es populismo) de extrema derecha, que van a jugar fuerte en las elecciones de Holanda, Francia y Alemania, probablemente también en las que se adelantarán en Italia. En Holanda, Wilders, ahora juzgado por supuesta xenofobia contra los marroquíes, anda destacado en cabeza de los sondeos. En Francia, la derecha republicana ha escogido de candidato a un católico integrista, François Fillon, que presenta un programa en el que los despidos masivos de funcionarios es casi lo de menos. ¿Podrá derrotar a Marine Le Pen si ambos se enfrentan en segunda vuelta? La izquierda gala está desmantelada. Hollande abandona. Valls se postula. El socialismo francés agoniza más rápidamente, si ello es posible, que el español. Y en Alemania, la esperanza es Merkel; también en Europa. Sorprendente. Merkel, su partido, la Democracia Cristiana, aguanta a la defensiva la potente competencia de Alternativa por Alemania, el denominado populismo de extrema derecha germano. En elecciones regionales ha ha hecho mucho daño al partido de la canciller. Si en las elecciones entra con fuerza en el Parlamento, a Merkel o bien la sustituye un tripartito de izquierdas con los antiguos comunistas coaligados con la socialdemocracia y los verdes, o se reedita, de ser posible, la gran coalición. En Alemania se han acabado las certezas de los gobiernos dominados por la democracia cristiana o los socialdemócratas, ambos acumulando excesivo descrédito.

Queda Italia, donde el Movimiento Cinco Estrellas pide elecciones y el presidente de la República busca soslayarlas con otro presidente del Consejo no elegido por las urnas. El cuarto. Una anomalía incluso excesiva para los modos y maneras italianos, siempre proclives a las más extrañas componendas. El Movimiento Cinco Estrellas aterra a Bruselas, lo mismo que, esa sí, xenófoba Liga Norte, que reclama el abandono del euro. Elecciones ha de haberlas. Con tres primeros ministros sin pasar por elecciones es más que suficiente.

Es un 2017 del que puede salir o bien una recomposición de los tradicionales poderes europeos, lo que se antoja poco probable, puesto que el Brexit definitivamente ha desmadejado su entramado, o un período de profunda inestabilidad, con una nueva derecha, situada en los lindes del sistema, que ya se ha enseñoreado de una parte sustancial del antiguo bloque comunista; porque, qué sucede si en Europa occidental acaban gobernando partidos semejantes a los que lo hacen en Polonia y Hungría. Es el desenlace cuando no se quieren aceptar las causas que han ocasionado el trauma que vive Europa. El populismo no es la causa sino el efecto del desastre que se ha hecho presente a partir de 2008. Es el efecto de una política económica que ha dejado a las clases medias esquilmadas. De no haber entendido que la mudanza se iba a producir de una manera u otra.

La que llegará a España. Tarde, como siempre, pero la habrá y acabará por ser traumática. El tancredismo mariano pasará su onerosa factura.

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