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¡Oído, cocina!

PP y PSOE han entendido por fin el mensaje: o pactan en bien del ciudadano o se hunden

Con pocas horas de diferencia, Podemos fue noticia porque su líder Pablo Iglesias anunció que no estaba por la labor de participar en los actos conmemorativos del aniversario de la Constitución, y el PSOE, sin líder, por lograr el aumento del 8% en el salario mínimo interprofesional. Las coincidencias son a veces ventanas abiertas que nos permiten atisbar el paisaje político con visión panorámica.

Los primeros días de la legislatura sirven para extraer conclusiones. La primera es que los partidos históricos, PP y PSOE, han entendido por fin el mensaje. Les costó. O se acercan o se hunden. No es tanto cuestión de ideología como de supervivencia. A lo mejor también tiene algo que ver esa ausencia de liderazgo que en el caso del PP responde a una estrategia que no le va mal del todo (Rajoy se luce en la sombra) y en el caso socialista, desmontada la locura fatua del "no es no", es tan real como el escaño vacío -es un decir- de Pedro Sánchez, el exsecretario que anda haciendo bolos por plazas secundarias en busca de apoyos ¿a qué, exactamente?

En 15 días el PP se ha movido más que en los cinco años de mandato anterior. Moverse, en términos parlamentarios, es ceder. El ejemplo de la LOMCE y sus reválidas no arroja dudas: pulírselas de un plumazo ha sido una liberación hasta para sus propios promotores. La LOMCE nació coja y vivió lánguida, en boca de todos que es lo peor que le puede pasar a una ley educativa. Si PP, PSOE y Ciudadanos logran un pacto nacional por la educación darían un paso de gigante hacia eso que se llama gobernabilidad, que rima con estabilidad y con seguridad. La de los ciudadanos y la de sus hijos, que también importan. Nada hay más frustrante que la parálisis; nada hay nada más esperanzador que el acuerdo.

Esperan cambios en la "Ley Mordaza" y, a la vuelta de la esquina está la reforma de la financiación autonómica. Abrir la mano una décima en el déficit permitido de las comunidades va a consolidar muchas partidas de gasto social. Cedió el Gobierno, cedió el PSOE, ambos se quedaron a mitad de camino y de la cesión mutua se va a beneficiar un país. Eso es política. O eso debería ser.

Partido Popular, en el Gobierno, y PSOE como principal referente de la oposición, tienen un problema de credibilidad y no mucho tiempo por delante para solucionarlo. El del PP, asociado a la corrupción y malas prácticas, viene de años, y el del PSOE acaba de estallar aunque llevaba larvado meses. Ambos se lo han buscado con probada eficacia. De la resolución de ambos conflictos depende buena parte de las asignaturas de gestión pendientes en este país. Y de ellos depende también el futuro de las alternativas parlamentarias: Ciudadanos y Podemos.

El caso de la formación morada merece estudio aparte. El día en que asomó Javier Fernández en el caos socialista y mandó parar, mostrando la puerta de salida a Sánchez, en Podemos se llevaron un disgusto. Más allá de los gestos para la galería, una coalición parlamentaria que supone algo así como el 17% de los diputados no puede convertirse en una fuerza permanentemente a la contra, autoproclamada como el último reducto de la pureza y la progresía. Podemos acaba de llegar con el amparo y apoyo de millones de votos, previniendo al mundo de los efectos perniciosos de la "gran coalición". "El PSOE se arrodilla y humilla ante el PP", dijo Pablo Iglesias cuando los socialistas decidieron la abstención de investidura. La frase huele a naftalina, a armario cerrado, a frente abierto, a moho€ justo lo contrario de lo que debería desprender una nueva formación con ganas de gobernar y cambiar las cosas.

El peligro de un Podemos irrelevante, sumido en el "no" por sistema, anclado en el pasado mientras pregona ser el futuro, sería una mala noticia para todos, pero es un peligro real sobre todo si la ciudadanía comienza a ver atisbos de recuperación en sus bolsillos y no solo en las estadísticas. Ciudadanos se sumará al talante, los nacionalistas sacarán la calculadora y harán cuentas, y Podemos no puede mantenerse al margen de un nuevo tiempo. Los demás entendieron el mensaje: ¡oído, cocina! Y ya están en el obrador con delantal puesto. Podemos da la impresión de seguir protestando en la calle, frente a la fachada del restaurante.

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