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Columnata abierta

La paciencia no es global

Nadie duda ya que el fenómeno de la globalización repercute de manera directa en nuestra vida cotidiana. Hay un proceso de clonación en la fisonomía de las ciudades, y el nuevo imperio universal reside en la hegemonía de las grandes marcas comerciales. Y por supuesto, esta inercia de la economía mundial y el fenómeno de la deslocalización empresarial tiene un efecto inmediato sobre los salarios de la clase media y trabajadora, menguantes en los países desarrollados y en continuo ascenso en las economías emergentes. Es decir, centenares de millones de personas nacidas en condiciones de pobreza severa están alcanzado cotas de prosperidad inimaginables hace sólo treinta años, mientras otra masa ingente de ciudadanos nacidos bajo el paraguas del estado del bienestar se enfrentan a unos niveles de desigualdad y frustración difíciles de soportar. Esta realidad nos lleva a cometer un error de bulto, y a pensar que el mundo de hoy es más homogéneo, que las sociedades de las economías emergentes y los países desarrollados cada día se parecen más. Esto es un disparate que está trayendo consecuencias fatales, y la manifestación más clara es el auge de los populismos.

El pasado 8 de Noviembre, sobre las nueve de la noche, compareció por sorpresa en las principales televisiones del país el Primer Ministro de la India, Narendra Modi, para anunciar que partir de la medianoche los billetes de 500 y 1000 rupias dejaban de ser de curso legal. Esos billetes suponían alrededor del ochenta por ciento del dinero en circulación en todo el país. Se estableció una cantidad máxima de 4000 rupias persona y día para canjear por los billetes nuevos, que se amplío después a 4500. Modi justificó una medida tan drástica para luchar contra la corrupción y el dinero negro. Se estima que en la India, un país donde casi el noventa por ciento de las transacciones se realizan en efectivo, el porcentaje de economía sumergida supera con creces el veinte por ciento.

Yo no sé si me estoy explicando bien. Después de pasar el día trabajando, o buscando trabajo, ustedes están en el salón de su casa con la televisión puesta esperando el inicio de su informativo favorito. De repente aparece Rajoy, y anuncia que a partir de las doce de la noche los billetes de 20 y 50 euros dejan de servir para pagar en las tiendas. Pueden ir al banco a cambiarlos a partir de mañana y hasta final de año, pero con un máximo de 100 euros por persona y día. En España, como en el resto de países de la Unión Europea, ha proliferado el uso de las tarjetas de crédito, el dinero plástico. Y esa tendencia irá a más. Montoro ha anunciado esta semana una nueva restricción en los pagos en metálico, hasta los 1.000 euros, para evitar el fraude fiscal. En Dinamarca, por ejemplo, desde el 1 de Enero de este año está prohibido pagar con billetes la ropa, la comida y la gasolina. Y ha puesto fecha límite al dinero físico: 2030. Quiero decir que en España, o en otros países de la Unión Europea, la repercusión de la medida no sería ni de lejos comparable al impacto en las economías domésticas que tuvo en la India. Sin embargo, no es difícil imaginar la reacción ciudadana en Madrid, Barcelona, Valencia? y así hasta el último villorrio del país: manifestaciones violentas ante cada edificio de la administración pública, y ante las entidades financieras incapaces de dar solución a la avalancha de reclamaciones.

Ahora les voy a contar en primera persona lo que se sucedió en la India en las 72 horas posteriores al anuncio del Primer Ministro, porque me tocó vivirlo en directo en Nueva Delhi. Se lo voy a resumir: nada, no sucedió nada. Inmensas colas ante cada pequeña sucursal bancaria, una muchedumbre rodeando el Banco de la Reserva de la India -su Banco de España, para entendernos- filas de hombres apretujados de forma obscena esperando su turno para obtener los nuevos billetes, simples empleados de banca empujando físicamente a sus clientes para mantener el orden ante las puertas y ventanillas, alguna voz más alta que otra? y nada más. Esto en los alrededores del centro financiero del país, porque en las zonas rurales sólo el 27% de las aldeas tienen un banco a menos de cinco kilómetros de distancia. India tiene más de 1200 millones de habitantes. Muchos de ellos no tuvieron posibilidad de canjear sus billetes para las compras diarias ? y no pasó nada grave. No hubo disturbios masivos, ni asaltos. Nadie se dedicó a incendiar oficinas, ni a agredir a policías ni a políticos. Yo observaba ojiplático aquella paciencia infinita ante el caos provocado por la decisión del gobierno, una mansedumbre lanar difícil de entender para un occidental que protesta por tener que hacer cola en la entrada de un parking. El problema aparece cuando la globalización hace creer a algunos que esa capacidad ovina de aguante, ese estoicismo ante la injusticia también se generaliza. Uno pone uno o varios hoteles hotel en Jaipur, o en La Habana, y termina por pensar que sus empleados en Mallorca acabarán aceptando un modelo salarial y de relaciones laborales similar, porque no les quedará más remedio. De este error surge Podemos, y Trump, pero esto da para otra columna.

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