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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

El Solleric en su oscuridad

Ya sabemos que a la creación hay que darle tiempo, y que sin ir más lejos el pintor Antonio López ha invertido veinte años en finalizar el retrato de la Familia Real. Sin embargo, lo de la política en esta materia del ayuntamiento de Palma empieza a ser como el chiste de "el arte es quedarse congelado". Dentro de seis meses, el alcalde socialista José Hila cederá la vara de mando a su socio de pacto nacionalista Antoni Noguera con un balance cultural paupérrimo, especialmente en lo que respecta a las artes visuales. Si el Partido Popular, de cuyas rentas aún se vive en algunas áreas, llega a perpetrar los desaguisados y los bandazos rubricados por Més durante este año y medio, ya estaría ardiendo Troya. Tal vez los responsables de elevar los espíritus de los palmesanos para que no reparen en lo sucias que están las calles esperan al primer edil de su cuerda para ponerse a hacer algo que no sea convocar una reunión de un patronato, que modifique los estatutos de una fundación, que nombre una comisión técnica, que convoque un concurso al que no se presente nadie y se resuelva con escándalo después de esperar meses a un informe. Si esto no es un reality show que nos retrotrae a un pueblo de Bulgaria en plena Guerra Fría, con su burocracia espesa y sus decisiones encriptadas, se le parece mucho. Dos concejales de Cultura en dieciocho meses, un responsable de los espacios expositivos de la ciudad destituido a los cincuenta días, un concurso para la dirección de la Fundació Miró resuelto con controversia, para luego convocar otro con más polémica aún para el cargo de conservador. En Palma solo están tranquilos los centros de arte convertidos mansamente en salas para fiestas privadas y actividades de gastro-ocio con dj's.

La semana pasada se reprodujo a menor escala la gran protesta que se dedicó a la concejala conservadora Carme Feliu hace tres lustros por programar en el Solleric una exposición de figuritas de la marca Lladró. La actual Arruixada ha coincidido con una muestra sobre la electricidad que no desmerece en cuanto a improcedencia a la mencionada, y que ocupa un espacio público cuyo valor por empaque y ubicación no se le escapa a nadie, y menos a los actuales gestores municipales. Visto lo visto, y lejos de hacerse la luz en el Casal, todavía se oscurecen más las razones por las que se cesó a Fernando Gómez de la Cuesta de modo fulminante al mes y medio de ganar un concurso para dirigir los espacios artísticos palmesanos. Los argumentos oficiales aportados por la concejalía para apartarle, fárragos administrativos sin ningún interés, solo merecen el calificativo de chorradas. Por lo visto, se saltó las normas que le impedían comprar un boli sin el permiso de media docena de políticos y asesores digitados muy amantes del ordeno y mando. Los mismos que perpetraron la grosería de cerrar el Solleric a un concierto del guitarrista japonés Norio Sato, actividad gratuita organizada por una asociación sin ánimo de lucro y que no costaba un euro a las arcas locales, por el simple hecho de haber sido apalabrada por el anterior responsable para un lugar que es de todos los ciudadanos. Una cacicada. Ya veremos qué pasa con el nuevo concurso para sustuir a Gómez de la Cuesta. Dicen por ahí que hay pánico, pues si se presenta vuelve a ganar ya que acreditará los mismos méritos que le dieron el cargo.

Medio año le queda al alcalde Hila para mejorar esta herencia. Por suerte, su sucesor Noguera ha publicado una convocatoria para proyectos de arte urbano. Los creadores locales enfadados podrán sublimarse en las tapias de los barrios mientras esperan a que en el Solleric o en Ses Voltes por fin se haga la luz.

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