Llevamos todos los españoles de a pie soportando un mes de noviembre plagado de críticas a la violencia de género.

Te llegan noticias del Congreso en el sentido de que en esta legislatura que se acaba de inaugurar, ya hay un pacto por unanimidad de la totalidad de los grupos parlamentarios, de emprender planes para erradicar la violencia de género, la violencia contra las mujeres, el maltrato doméstico, etc.

Abres cualquier medio de comunicación, prensa, televisión y radio, y es tema común de primeras páginas o de las impares.

Sales un día a pasear por una plaza de cualquier ciudad y te encuentras con manifestaciones repletas contra las actitudes machistas y radicales frente a las féminas.

Hasta el Consell de Mallorca, coordinado con 21 municipios ha programado un amplio plan de actividades para dar visibilidad al 25-N (Día Mundial Contra la Violencia hacia las Mujeres).

Quien esto lea y constate su veracidad, se asombrará al comprobar que vive en una España idílica que no corresponde con la realidad. Porque, junto a tal halagüeñas y esperanzadoras noticias, surgen las reales, las verdaderas, las del día a día.

Refiriéndose exclusivamente a la Comunidad de Illes Balears, a la que en los últimos años se han producido seis víctimas mortales de violencia de género. El 12 de octubre, Fiesta de El Pilar, patrona de la Benemérita se cifró en 1008 las actuaciones de la Guardia Civil, con tan solo dos (en realidad a dicha fecha fueron tres) las dolosas o negligentes de números de tan reconocido Cuerpo.

A su vez, la prensa local del 13 de octubre comentaba la noticia de que en Alcúdia se había inaugurado un parque infantil con el nombre de la madre y dos menores víctimas de la violencia de género.

Pero, señores lectores, casi siempre en estas noticias se habla de violencia de género con resultado de muerte. Retóricamente, yo me pregunto ¿Cuántos maltratos a la mujer sin lesiones físicas graves o poco apreciables se producen sin el debido enjuiciamiento? ¿Nos hemos parado a pensar por qué se realizan un número insignificante de denuncias? ¿Por que un alto porcentaje de las formuladas se retiran? Mi experiencia me lleva a concluir que por miedo, en muchas ocasiones, por miedo insuperable que vicia el consentimiento de la denunciante y que, en buena lid jurídica, debería llevar consigo ipso facto la nulidad de la renuncia. En estos numerosísimos casos ¿han actuado con carácter previo los servicios de la policía judicial o los gabinetes Técnicos Psicológicos de los Juzgados, la Guardia Civil, de la Policía Nacional o de Departamento de la Dona?

Lo referido más arriba no son elucubraciones de filosofía jurídico-sociológicas. Son realidades tangibles. A modo de ejemplo me referiré a un supuesto real acaecido el 10 de septiembre en un pueblecito norteño de Mallorca: Santa Margalida ('La Vila'). Los actores y víctimas eran una familia de matrimonio y dos niñas mellizas de dos años de edad; una abuela paterna que al momento de conocer el embarazo de sus futuras nietas mellizas, autoritariamente trató de imponer un aborto múltiple, afortunadamente infructuoso. Unas amenazas de muerte por parte del cabeza de familia sobre la esposa, las dos hijas menores y resto de familiares allegados maternos. La Guardia Civil del pueblo se negó a recoger la denuncia. (¿Amiguismo?). Por parte de la esposa y madre de las dos mellizas, se retiró en el Juzgado de Instrucción de Inca, sin ningún examen ni prueba psicológica que determinase el nivel de insuperabilidad del miedo que hubiese resuelto la nulidad del consentimiento viciado.

Hubo un segundo intento de llevar a cabo la amenaza. Para no cansar a los lectores, terminó con una sentencia incongruente absolutoria, que, lógicamente, ha sido recurrida.

En la semántica al uso se decía: como "no puede ser de otra manera" acabo la sentencia aunque no la comparto. Se dice con razón que la Justicia tardía, no es Justicia. Y hay sentencias que para ganar el tiempo perdido se escudan en el 'indubio pro reo'. Toda decisión, cuando existen alternativas, implican dudas, pero hay que optar con valentía y con ánimo de colaborar en erradicar responsablemente del cáncer que padece la sociedad. Con todos y los máximos respetos a la Magistratura, pero hay que colaborar con eficiencia, porque están en juego las vidas de todos los miembros de una familia, sobretodo de dos mellizas de dos años de edad, que no pidieron venir al mundo, ni se les dio opción de elegir familia. No quieren banderas a media asta, ni ser titulares de parques infantiles, ni minutos de silencia. Quieren protección, quieren vivir su vida.

Hay quienes piden custodia compartida y se pasan, sin que ningún obstáculo se lo impida, setenta y un días a esta fecha sin interesarse por la vida de sus hijas: si viven o no, si comen, si juegan, si están enfermas o sanas, sin contribuir ni con un solo euro a su mantenimiento. ¿Esto es paternidad? Parece que ser padre consiste en un acto sexual y basta. No es un dejar de "vivir de", para empezar a "vivir para" (salvo que el para, sea para uno mismo).

Habrá algún lector que piense que quien esto escribe "odia a alguien". Se equivoca; solo acierta en que se "odia a algo". Odia conceptos, no a personas. Odia la injusticia, la mentira, la violencia, la deslealtad, el egoísmo, la irresponsabilidad. Pero al injusto, al mentiroso, al violento, al desleal, al egoísta, al irresponsable, al amiguista, al insolidario no les odia, simplemente les compadece, por no haber recibido la formación debida, sin culpa de ello. Es la sociedad quien está trasformando 'formación' por 'información': muchos conocimientos, siendo excesivamente optimistas, de idiomas, de informática, de trabajos administrativos o estudios universitarios, olvidando lo esencial, la formación, en valores, principios, concienciación.

Quien hoy os habla ha dedicado siete años de su vida a ser profesor de Derecho en la Universidad de Salamanca. Y en estos años trató en demasiado casos de forma infructuosa, de formar a juristas como amantes de la Justicia, como colaborador de ella por definición, en lugar de ocuparse en exclusividad en memorizar artículos que editas solo cuestan un pequeño puñado de euros.

Seamos sinceros, al menos con nosotros mismos. Luchemos individualmente y de modo constante, en todos los actos de nuestra vida contra el machismo, la violencia de género, la agresividad, etc, aunque no acudamos a manifestarnos ni concentraciones más o menos numerosas o desde luego, manipuladas.

Desde aquí invito a jueces, fiscales, letrados, periodistas, funcionarios de seguridad del Estado, profesores, psicólogos y ciudadanos en general a luchar en serio contra esta lacra y cáncer de la sociedad y a los dirigentes de creencias religiosas, políticos y, de forma destacada a filósofos e intelectuales.

Así conseguiremos entre todos tener una Sociedad sin hipocresía. Como dijo Unamuno: Amo España precisamente porque no me gusta.

*Pensionista