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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Zapata, un mal humorista

Hay personas que se ofenden con solo contemplar la foto que corona este artículo, y todavía no han empezado a leer. Ahora pueden articular además judicialmente su descontento, bajo la caprichosa figura de "incitación al odio" que sin duda se desprende del avinagrado individuo retratado aquí arriba. La civilización de los ofendidos es más peligrosa que Trump, por citar a un imitador del concejal madrileño Guillermo Zapata. Su absolución años después de publicar un tuit "seguramente reprobable en un plano distinto" del penal, demuestra que los jueces protegen la libertad de expresión con más celo que los periodistas. Los artículos condenatorios, a cargo de plumas más excesivas que Zapata, contrastan con el compromiso de la siempre conservadora judicatura sobre la esencia liberal del Estado.

La libertad de expresión es cuando duele. Debe dirigirse con mayor intensidad contra las certezas incuestionables, John Stuart Mill. En la expresión "humor macabro" que la Audiencia Nacional atribuye al tuit, se fija el foco en lo siniestro, cuando el éxito social de la sentencia radica en la atribución humorística. Es decir, en la representación disparatada de la realidad en la tradición de dibujantes como Chumy Chúmez, Gila o Summers. Los ofendidos profesionales olvidan que basta con no mirar o no leer, para dejar de ser incitados al odio que les resulta tan familiar.

Resulta especialmente grave que la acción penal apelara a la sociedad en su conjunto, en aras de la imaginaria "gran alarma" creada. De nuevo, se trata de engrosar el círculo de la ofensa permanente. El tuit no enriquece a su autor, pero ha servido para resaltar la dignidad de Irene Villa, que se negó a participar en la farsa montada en su nombre por la mayoría moral. El testimonio de la víctima de ETA fue decisivo en los tres archivos del juez Pedraz, revocados por magistrados con condecoraciones o nombramientos del PP. En fin, lamento la foto de aquí arriba, y espero que dejen de leerme si alcanzo el nivel de zafiedad de Zapata. Aunque por citar las palabras que Voltaire nunca pronunció, daría mi vida para que el concejal siguiera ofendiéndonos. Votarle es otra cuestión.

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