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Llorenç Riera

Misterio y drama de la agresión machista

El viernes pasado el Consell de Govern aprobaba un plan con amplias medidas para luchar contra el machismo. También proponía un pacto integral frente a la violencia de género. Ayer una nueva mujer falleció por esta causa en Palma. Fue en la barriada de Son Cotoner. El episodio, por desgracia, es de sobras conocido y presenta pocas variantes con respecto a las muertes anteriores. En este útimo caso, el autor, ya detenido y confeso de los hechos, golpeó con algún objeto contundente a la víctima, de 56 años, y después intentó suicidarse. El agresor tiene 50 años. La pareja mantenía una relación sentimental desde hace pocos meses. La Policía no tiene constancia de denuncias previas.

Este es uno de los principales misterios por escrutar. La violencia de género, en una sociedad que debe tener todas las características de pluralidad tolerante y mayor nivel de formación cívica, se da en el ámbito privado y doméstico. También tiene gran capacidad de engaño y camuflaje. Por tanto, resulta muy complicado acceder a ella y contrarrestarla.

Las medidas aprobadas la semana pasada por el Govern están de sobras justificadas porque los hechos son tan alarmantes como desconcertantes. Inciden en especial sobre el ámbito sanitario y docente. Este es otro misterio por indagar. Porqué tantos jóvenes de hoy en día siguen viendo a la mujer como un sujeto susceptible de ser dominado o agredido. Los comportamientos desvelan que es así. En la escuela se puede aniquilar lo que después se convierte en vicio de comportamiento adulto violento. El camino emprendido ahora por la Administración parece solvente, pero en modo alguno puede ser el único.

Cada día se producen en Balears una media de 19 denuncias por violencia machista. En septiembre ya se habían superado en las islas todos los récords anuales, desde 2003 en que existen registros, por muerte a causa de agresión machista. Es, evidentemente, una lacra, un problema de Estado, como ya se le denomina, que obliga a la vigilancia permanente y a actuación constante de las instituciones, los agentes sociales y los particulares. Vista la dimensión que ha adquirido el problema, está claro que nadie puede permanecer en modo alguno ajeno a él.

Como no podía ser de otra manera, se han sucedido las reacciones de condena y repulsa ante el crimen de ayer. Para hoy mismo están convocados actos de solidaridad. El Consell ha decidido activar un protocolo de luto que tenía a punto de estrenar. Se repiten las llamadas a la participación activa en contra de la agresión de género sin llegar a adivinar muy bien en qué consiste para que pueda ser fructífera. Bastaría con guardar el respecto elemental al otro y entender la vida como valor sagrado. Pero algo tan básico se vuelve demasiadas veces imposible y, por desgracia, nada garantiza que lo ocurrido ayer pueda volver a pasar mañana. Es a partir de esta triste realidad desde la que hay que ir descubriendo elementos eficaces para extinguir la violencia machista.

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