Trump ha prometido, y esta es una de las promesas que sí va a cumplir desde el primer día con mayor o menor contundencia, acabar con el Obamacare, la reforma sanitaria todavía inacabada que pretendía que todo el mundo tuviera acceso a un seguro médico asequible. Para paliar en parte el desastre, Trump se ha comprometido a mantener algunos de los avances de su predecesor por ejemplo, que las compañías de seguros médicos no puedan rechazar a quien ya ha contraído una enfermedad y ha prometido también la creación de cuentas de ahorros sanitarios, similares a los planes de pensiones y libres de impuestos, que los ciudadanos podrán abrir para contribuir a pagar los seguros. Parco botín para quienes postulan una asistencia sanitaria gratuita y universal.
Ideologías aparte, ¿cree alguien verdaderamente que el progreso consiste en eliminar o reducir la protección sanitaria universal, generar profundas desigualdades, engendrar bolsas de enfermos y desahuciados sin asistencia o con una atención marginal y defectuosa? Se entiende mal que en el país más rico y supuestamente más avanzado de la tierra, la disputa electoral verse sobre un asunto que en Europa ya no está en el debate: la existencia de un mínimo estado de bienestar que garantice unas atenciones básicas a todos los ciudadanos la igualdad de oportunidades en el origen y que elimine el miedo sistémico de caer en el vacío que todavía embarga a quienes ni siquiera pueden confiar en que existe una red inferior que redime en última instancia del fracaso. USA es un gran país, pero tiene lagunas inconcebibles.