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José Carlos Llop

Civilización y destino

Debo confesar que durante la campaña electoral norteamericana tenía dos preocupaciones. La primera era el pelo de Donald Trump. Por mucho tiempo que pasé observándolo no llegué a averiguar si nace de atrás y va hacia adelante, o si va de adelante hacia atrás. Sigo sin saberlo. Sea como sea es un tocado prodigioso y no por su color zanahoria. El misterio de ese pelo es digno de un cuento de Lovecraft, o de un grabado de Piranesi. Mi segunda preocupación era la actriz Jennifer Lawrence, a quien no he podido olvidar desde que la vi en La gran estafa americana antes no había llamado mi atención y también en una insuperable fotografía erótica que se había hecho para regalar a su novio, y un hacker ya condenado por su fechoría colgó en la red. Me preocupaba que ganara Trump porque la actriz había dicho que si eso ocurría ella pensaba abandonar los Estados Unidos.

Esto de abandonar el país si gana el que no gusta se ve que allí es una moda. Recuerdo que fueron varios los que lo anunciaron con George Bush Jr. y el novelista Tom Wolfe dijo que se iría al aeropuerto con un par de botellas de champán para brindar por cada artista e intelectual que abandonara los Estados Unidos. Aunque estaba seguro añadió de que una sola botella le sobraría, pues ninguno estaba dispuesto a marcharse más que de boquilla. Acertó. El problema es que a Jennifer Lawrence le veo yo con mucho genio por debajo y me sabría fatal perderla de vista.

En cuanto a que Trump ganara, no me alegra en absoluto, pero tampoco me gustaba nada su oponente, con esa boca tan ambiciosa en una mujer que lo ha sido casi todo, una mirada disparada y una rigidez inquietante. Lo que sí me alegra en cambio es que el Big Data y las encuestas y estadísticas el dios omnipotente y los dioses menores de nuestra época fallaran estrepitosamente. Y no por el resultado del fallo, obviamente, sino porque fallaran. Si dejamos al margen a Trump El Peligroso, que se equivocaran todos esos falsos mitos democráticos no deja de ser, en cierto modo, un éxito de la humanidad. Quiero decir que el voto ha regresado al terreno del libre pensamiento. Con bastante mal gusto y resultado preocupante, desde luego, pero de espaldas a todos los programadores, cosa que no está nada mal.

Y después está la prensa. La de allí apoyaba casi totalmente a la candidata demócrata, algo que no es de extrañar con el energúmeno que tenía enfrente y las barbaridades que soltaba por ahí, pero ¿dónde estaba el análisis de la sociedad americana? Aquí, todo risitas con Trump. ¿Y ahora? La misma lucidez que con el Brexit, que nadie creía que... Deberíamos preguntarnos si sirve de algo el análisis político o sólo es otra forma más de narcisismo. Porque los resultados son después los opuestos a lo anunciado y se supone que el periodismo, si no pegado a la realidad, ha de ir un paso por delante de ella. O medio, para no perderla de vista. Y desde que el periodismo de investigación se hace con el objetivo de que la realidad cuadre con el convencimiento previo, se ve que el periodismo de análisis también se ha contagiado de esa manía. Trump vence y todos con un palmo de narices: ¿por qué nadie nos había avisado de que podía ocurrir? ¿Por qué creemos que la realidad es la que hemos decidido que sea?

¿No está siendo usted un poco frívolo? No creo: lo del pelo de Trump y lo de Jennifer Lawrence en plan joven matrona pompeyana ofreciendo sus encantos más secretos no es más que fatalismo mediterráneo. En la vida ocurre lo que ha de ocurrir y difícilmente variamos su curso. Vivimos tiempos donde el destino se está imponiendo a la civilización y ese destino no es muy prometedor. Al menos no lo es de momento y lo que se adivina detrás tampoco. Trump es un síntoma más. La seducción de los populismos es una forma de ceguera que ataca la raíz del parlamentarismo democrático la fórmula, hasta ahora, menos mala de gobierno y convivencia política y miremos hacia donde miremos se va incubando aquí y allá la tentación seudototalitaria. Hablo de Historia. Hay aeropuertos europeos donde Schengen ya no existe. Y esto sólo acaba de empezar, me temo.

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