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Peor, imposible

Descoyuntado y autofágico, el PSOE hizo crisis el uno de octubre y está pagando un alto precio. La caída en picado no toca fondo y aún queda mucho espectáculo. El pánico a las terceras elecciones y el ucase de abstención para que gobiernen otros, acaban de dar fruto en el último barómetro del CIS. Las pérdidas relegan el partido a la tercera fila en expectativa de voto, sorpasado por Podemos. La izquierda llamada populista no tardará en proclamarse líder de la oposición, sobre la cómoda base de un sondeo ajeno y presuntamente neutral. Lo más triste es que el daño previsible en las terceras urnas no hubiera superado al que están causando los barones y la baronesa. Amarga lección para las lumbreras que han preferido desnaturalizarse ante una militancia y un electorado que no fueron consultados ni pidieron en momento alguno decisiones como las tomadas a la fuerza.

Volvamos al espectáculo, que no ha terminado. La vaga amenaza de cortar amarras con el socialismo catalán, que se mantuvo en el no a la investidura, es demencial en medio del debate separatista. El PSOE quedaría sin voz ni voto territoriales, que es tanto como caer en la irrelevancia frente a uno de los más graves conflictos del Estado. Y la sanción al resto de los diputados que dijeron no es algo tan feo, tan impresentable como sobreponer la vendetta del mandarinato a la conciencia y a la propia Constitución. Desdeñando cualquier tanteo de la opinión de base, la gestora provisional proyecta una imagen esclerotizada y caduca que ya es lo único que faltaba para su descrédito.

La autoridad moral del partido es lo bastante débil como para pasar página, volcarse en la unidad y no provocar mayores males. La demanda judicial por coacción que anuncian algunos de los posibles represaliados contra Susana Díaz y otros muy merecida por Antonio Hernando, todo hay que decirlo no es menos letal para esa unidad dramáticamente necesaria. Y el empeño en retrasar el congreso del que ha de salir la nueva dirección es confiar temerariamente en el tiempo que todo lo restaña. Pero si de algo pueden estar seguros es de que Susana Díaz no competirá por la dirección del partido en circunstancias como las actuales, provocadas en gran parte por ella misma. Noblesse oblige...

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