La gripe es una infección de causa viral que afecta generalmente a toda la población en la época invernal. Sin embargo hay dos grupos de edad, los situados en los extremos de la vida (menores de cinco años y mayores de 65 años), que se ven afectados con mayor intensidad y gravedad. Los porcentajes de ingreso hospitalario de los niños con gripe igualan a los observados en los ancianos. Además de ello, los niños son los responsables de la introducción, difusión (contagio) y mantenimiento de la gripe en la comunidad; por lo tanto fuente de origen y diseminación de la infección. Este fenómeno se ve favorecido por el hecho de que la población infantil presenta una mayor cantidad de virus en la orofarínge (carga viral) y su presencia persiste hasta una semana después del inicio de los síntomas. Todo ello comporta que sean el centro epidemiológico de la epidemia anual de gripe que se extiende y expande a través del contacto directo con ellos.

¿Cómo podemos evitar este hecho?. En primer lugar aplicando medidas higiénicas básicas, tales como el lavado de manos, evitar los estornudos y la tos y utilizar pañuelos desechables. Todo ello puede contribuir a disminuir parcialmente el proceso de contagio y diseminación, pero la aglomeración y los contactos continuos con otros niños en el colegio o las guarderías no van a permitir grandes disminuciones en la expansión del virus gripal.

Como es bien sabido las vacunas son las principales herramientas para la prevención real de las llamadas infecciones trasmisibles; evidentemente entre ellas tenemos la de la gripe, una de las infecciones mas contagiosas y expansivas. En la población infantil existe el pequeño problema de no poder vacunar de la gripe a los niños menores de seis meses; período de mayor impacto. Sin embargo desde hace años tenemos una estrategia preventiva para llenar este hueco y es la vacunación de la embarazada en el último trimestre antes del nacimiento del niño. Los anticuerpos protectores de la madre pasan activamente al feto y al nacer estará protegido al menos estos primeros seis meses y durante esa temporada gripal.

A partir de los seis meses ya se pueden aplicar las vacunas antigripales convencionales, es decir las inactivadas (con virus muertos), que deben pincharse por vía intramuscular. En el primer año de vida el niño es sometido a un intenso y continuo programa de vacunaciones sistemáticas que dejan poco espacio para la introducción de la vacuna antigripal, además es otro pinchazo, o dos en la primera vacunación, que debe administrarse cada año. Todos estos hechos han determinado la escasa aceptación de esta vacuna antigripal tanto entre los pediatras como entre los padres. Los niños no dicen nada pero lloran con cada pinchazo.

Recientemente se ha comercializado, está disponible en las farmacias, una nueva vacuna antigripal para los niños compuesta de virus vivos pero atenuados (con poca capacidad de infección) que se administra por vía intranasal como si fuera un aerosol. Es decir se han acabado los pinchazos y tan sólo hay que aplicarla directamente en cada una de las fosas nasales. Parece una fórmula muy esperanzadora aunque, en estos momentos, sólo se puede administrar a los niños mayores de dos años. Pero parece suficiente ya que, según nuestros datos el 76% de todos los casos de gripe infantil se producen a partir de esta edad; el 10% en menores de seis meses (protección maternal) y el 14% entre esta edad y los dos años (desprotegidos).

Esta vacuna intranasal es aceptada y perfectamente tolerada tanto por los padres como por los niños, ya que apenas tiene efectos secundarios, salvo algún estornudo que puede favorecer el proceso de amplificación vacunal. Los ensayos clínicos realizados han demostrado que es igual de eficaz y eficiente que la versión inactivada intramuscular. Además la nueva vacuna es de tipo tetravalente es decir que contiene dos componentes de la gripe A y dos de la gripe B, de modo que ofrece una cobertura de casi el 100% frente a las cepas que circulan cada temporada invernal.

Por primera vez disponemos de una vacuna que puede administrarse fácilmente a la población infantil, sin necesidad de utilizar agujas, y que asegura la máxima protección frente a la gripe. Además al utilizar virus vivos completos aunque atenuados, el sistema inmune del niño responde de una forma mucho más completa desarrollando anticuerpos frente a los diferentes antígenos del virus. La vacuna inactivada sólo contiene una de las proteínas del virus y aunque los anticuerpos contra ella son suficientes para la protección, es preferible un abanico más amplio de respuesta especialmente con los niños que se exponen por primera vez al virus de la gripe.

La llegada de la vacuna antigripal intranasal va a suponer un antes y un después en los programas de protección de la población infantil frente a la gripe. Vacunando a este grupo obtendremos una disminución clara de los casos de gripe en los adultos, con un importante impacto en salud pública global. Esta vacuna es compatible con el resto de las otras vacunas que se administran al niño, puede darse junto a otras, pero es la única intranasal, y no afecta la respuesta a las vacunas convencionales. Con ella le evitaremos un nuevo pinchazo al niño, aunque habrá que administrársela cada año como la inactivada, y con ello es muy posible que se incremente la aceptación por parte de los padres y pediatras. Ahora sólo falta que sea gratis, ya que en estos momentos no está financiada por sanidad y debe adquirirse en las farmacias. Esperemos que a medida que vaya implantándose y aumenten las coberturas vacunales en la población infantil, alguien decida incluirla en el calendario vacunal sistemático, es decir sin coste alguno, como en la población de mayores de 65 años, el otro grupo de riesgo.

* Doctor de la Unidad de Virología del Hospital Universitario Son Espases