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Llorenç Riera

Matas, la autopista a ninguna parte

El expresident no aclara en el Parlament el gasto de la autopista de Ibiza. Asume la "responsabilidad política" de la obra. Dice que todo se basó en informes y criterios técnicos y niega haber cobrado comisiones

Inutilizado y extinguido el debate sobre si una isla de las dimensiones y características de Ibiza debe tener autopistas, permanece latente la cuestión de su coste y justificación del enorme dispendio. La política de hechos consumados circula a mayor velocidad que la transparencia y la documentación de la gestión pública realizada. Tampoco abunda la voluntad de equiparar una cosa con la otra.

Para desmenuzar los pormenores de la carísima vía ibicenca tampoco se puede confiar en la generosidad verdad y la colaboración efectiva de Jaume Matas. En este aspecto, al igual que en otros tantos de su gestión, el expresident sigue personificando una autopista a ninguna parte. Quedarse en vía secundaria sería ofensivo para él. Grandilocuencia, vaguedad argumental, evasivas y distancia al amparo de los cargos ejercidos. Jaume Matas asegura que los únicos que se han beneficiado de la autopista de Ibiza son los ciudadanos de Balears pero no repara, intencionadamente, en que los beneficios fuera de contexto y necesidad se vuelven nocivos en su propia naturaleza. Lograr que el Estado pague una gran infraestructura no justifica, por si solo, su existencia. Hay regalos que se siguen financiando toda una vida. Por eso resulta más conveniente no incentivarlos.

Matas sigue viviendo de los réditos de su famoso y también muy costoso "hágase". Es lo que él continúa llamando "responsabilidad política", único apartado que admite cuando se le interpela en comisión parlamentaria sobre los gastos de la autopista de Ibiza. Lo demás, según su criterio, es cosa de técnicos y auditores de cuentas. Desde su punto de vista, tampoco debemos ser exagerados y preocuparnos, porque todas las cosas acaban costando mucho más de lo previsto en principio, con un desfase casi directamente proporcional al incremento del presupuesto inicial. Las cifras de entrada no van más allá de la mera estimación, según Matas. Siempre aferrado al cargo ejercido, el también exministro de Medio Ambiente se atribuye, en cambio, capacidad de influencia política. Rechaza de plano el establecimiento de mecanismos que le permitieran obtener rédito personal y espanta de la comisión parlamentaria cualquier alusión a su cuñado Fernando Areal relativa a la percepción de tantos por ciento sobre la obra realizada. Tampoco, asegura, hubo influencia de Abel Matutes.

Falta Antich, que no ha sido llamado, dice el PP, para que las cosas se puedan aclarar. Con Jaume Matas no se ha logrado. La vuelta momentánea del expresident al Parlament solo ha servido para evidenciar que sigue siendo fiel reflejo de sí mismo. En sus tiempos al frente del Govern se hacía lo que él consideraba oportuno. Esta era la autopista por la que transitaba. Las necesidades y las prioridades reales permanecían atascadas sobre vías más estrechas y tortuosas.

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