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Tentaciones

La experiencia demuestra que los políticos, como los ciudadanos tienden a caer en la tentación cuando esta se presenta. "El espíritu está pronto pero la carne es flaca", dice la máxima evangélica. Y gracias a esa propensión innata en el ser humano, algún cínico glorioso como Oscar Wilde pudo diagnosticar con certera precisión que "la mejor manera de evitar la tentación es caer en ella".

Viene esto a cuento de la ya célebre vivienda protegida de Ramón Espinar, con la que el joven dirigente de Podemos consiguió un dinerillo haciendo lo que hace la mayoría de los agentes del sector inmobiliario: especular. Nada delictivo, por supuesto, pero manifiestamente inmoral puesto que las viviendas protegidas se construyen sobre suelo público, cedido gratuitamente a los menos favorecidos. Si se cree realmente en la debilidad del ser humano, se llegará sin duda a una conclusión pertinente: lo más grave del caso no es que un ciudadano como Espinar haya caído en la tentación sino que sea tan sencillo especular con un bien que es de todos y que debería ser rigurosamente administrado para evitar fugas o actuaciones impropias. Ello explica que, a otros niveles, los Bárcenas de turno, que también han caído en la tentación, hayan podido acumular tan fácilmente fortunas ingentes obtenidas hurgando en los espacios incontrolados del Estado de Derecho.

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