Siendo yo niño se distinguía mejor que ahora el día de Todos los Santos, ayer 1 de noviembre, y el de los Difuntos, hoy día 2, una distinción sutil y algo clasista, pero de buen sentido, para separar a quienes ya están en el cielo de quienes todavía no han llegado, y purgan sus culpas. La gente se ocupaba entonces de sus muertos el Día de los Difuntos, pues habiendo memoria de ellos, con sus agravios inevitables, era señal de que aún no los habían purgado a través del olvido. Un amigo mío, ateo a diario y teólogo a ratos, dice que la Iglesia se pasa de populismo al seguir hablando de la resurrección de la carne, una imagen analógica innecesaria, pues bastaría con la resurrección de la conciencia, mucho más virtual, digital y creíble, tanto que ya casi está al alcance de la mano. ¡Para una vez que la ciencia le puede dar la razón a la religión, la Iglesia no lo aprovecha!, dice mi amigo.
