Transcurrido un año desde las últimas elecciones municipales, la orientación del ajuntament de Palma en materia patrimonial parece haber variado sustancialmente. A principios de julio el primer teniente de alcalde y regidor de Urbanismo, Antoni Noguera, anunció que más de doscientos inmuebles serían incorporados al catálogo municipal después de que éste no fuera renovado durante casi dos décadas, a pesar de los constantes requerimientos para la actualización y ampliación del mismo.

El pasado mes de septiembre la Comissió del Centre Històric i Catalogació del ajuntament de Palma decidió incluir el velódromo del Tirador dentro del catálogo municipal de edificios históricos protegidos. Es un hito insólito de gran trascendencia, ya que se trata de la primera instalación de carácter deportivo que ingresará en el catálogo. Y ello, a su vez, sienta un precedente para la revalorización de otros elementos de similar índole. La instancia para su catalogación fue cursada por quien escribe estas líneas y, cómo no, la satisfacción es enorme, aunque el proceso administrativo todavía no haya finalizado. Falta que el acuerdo sea ratificado en pleno municipal para que entre en vigencia y, aunque teóricamente el acuerdo de gobierno PSIB-Més-Som Palma garantiza su aprobación, sería preferible que la aprobación se produjera por unanimidad incluyendo a PP y C's para reforzar la decisión. El consenso siempre es deseable para un ciudadano de a pie, aunque dicho gesto no tuviera más que un carácter meramente simbólico.

Tirador no es una instalación deportiva cualquiera, a pesar de su envejecido aspecto actual (es una obra de ingeniería modesta aunque muy resistente y carece de valor artístico). Es la pista ciclista más antigua de España, inaugurada en 1903 (le sigue Campos, construida en 1935) y la duodécima pista más antigua del mundo. Durante más de seis décadas fue considerada la "catedral" del ciclismo español, disputándose allí más de ochenta campeonatos de España de ciclismo en pista en todas sus modalidades. También otros deportes (fútbol, atletismo, boxeo, motociclismo, tenis, tiro o patinaje) dieron allí sus primeros pasos. Por tanto es una reliquia singular de un mundo ya desaparecido, cargada de historia y que permanece como un mito en el inconsciente de muchos mallorquines cuando el ciclismo era el primer deporte de la isla. Lamentablemente, los más jóvenes apenas conocen lo que fue y muchos ni siquiera saben que todavía existe.

Hace pocos años la pista estaba condenada a desaparecer. Olvidada y apenas conocida su valía, hallándose aún en manos del Veloz Sport Balear sociedad que lo construyó y poseyó hasta fechas recientes se preveía su inclusión en el futuro parque municipal: sa Falca Verda, en una segunda fase que aún hoy no ha llegado a completarse (la primera se culminó en 2007). Salvo el coqueto templete anexo que Gaspar Bennàzar añadió a la pista en 1918, nada iba a quedar de ella. Afortunadamente, los largos pleitos para la expropiación de los terrenos propios y adyacentes la han salvado: su inacabable demora ha permitido recuperar su memoria, ponerlo en valor y rescatarlo de la piqueta. Desde hace un año el Tirador ya es de titularidad municipal; pero ahora sobrevivirá, anexado al pequeño bosque que allí se proyecta en sustitución del proyecto original. Una zona deportiva como la de cualquier gran parque; pero de gran singularidad y con un añadido valor patrimonial y sentimental, único.

A día de hoy su futuro se presenta esperanzador. Ya municipalizado, sin intereses privados en el horizonte y en pleno proceso de catalogación, el ajuntament destinó una partida de medio millón de euros para empezar su rehabilitación. Además, los presupuestos participativos puestos en marcha por el consistorio mediante votación popular han encumbrado la propuesta de continuar las obras de sa Falca Verda, lo cual refuerza la partida económica destinada a la zona compartida por el velódromo. Si se respetan los plazos de ejecución podría inaugurarse dentro del actual mandato, aunque como en contadas veces se cumplen los plazos estipulados será indispensable el consenso de los diferentes grupos municipales para garantizar su culminación sin sobresaltos.

El patrimonio de carácter deportivo es todavía un gran desconocido. En Palma no son pocos los elementos patrimoniales que se han perdido irremisiblemente, considerados socialmente como de escaso valor por la función para la que fueron construidos. Ahí tenemos el canódromo (1930-99), el frontón balear (1935-78) o el estadio Lluís Sitjar (1945-2015), perdidos para siempre. También es incierto el futuro de la piscina de s'Aigo Dolça (1941) y el estadi Balear (1960), muy deteriorados y que, de no mediar una actuación inmediata, también se perderán.

La próxima catalogación del Velódromo del Tirador sienta un interesante precedente en la política patrimonial de la ciudad, que desde ahora deberá incorporar otros elementos deportivos de valor tal como ya ha hecho con los de carácter industrial (como Can Ribas, en la Soledat), antes denostados. Por supuesto, su supervivencia va ligada a la recuperación de su uso primigenio dentro de lo posible, pues fueron creados como fruto de una demanda social deportiva a la que, debidamente restaurados y contextualizados, deben volver. El Tirador no puede aspirar a volver a ser la "catedral" del ciclismo que antaño fue (para eso está el Palma Arena); pero sí protagonista de la emergente práctica del ciclismo urbano que busca un espacio para su práctica informal, lúdica y abierta para todos. Esperemos que un día a poder ser, antes de concluir el presente mandato se haga realidad su reapertura para orgullo de ciclistas, deportistas y palmesanos.

*Doctor en Historia Contemporánea