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Balones fuera

Di Stefano, Maradona, Pelé, Cruyff o Zidane. Leyendas del fútbol, aunque hay algunos más. Los aficionados pueden ser más partidarios de uno o de otro, pero -si juzgan con un mínimo de objetividad- tienen que reconocer la inmensa calidad del resto. Por edad, recuerdo a Zizou, como puedo recordar a Ronaldo, Laudrup o Raúl. Sí, una es madridista y barre para casa. Aunque no por ello deja de aceptar que Messi, Iniesta o Xavi son de los mejores futbolistas que ha visto jugar. Si pensamos en cualquiera de ellos, los visualizamos con un total control del balón en los pies. Como decía Cruyff 'si tú tienes peloto, rival no tiene peloto'. En el extremo opuesto están los equipos que, superados por el adversario o las circunstancias, juegan al 'pelotazo arriba'. Cuando el balón está cerca del área con cierto peligro, lo único importante es quitárselo de encima. Sin importar que -cuando no se juega a nada- tarde o temprano volverán los achuchones y al final -casi siempre- el contrario acaba marcando.

Pensaba en los equipos mediocres de fútbol viendo el juego inane en el medio del campo en que lleva estancado nuestra política desde hace un año. Y en la estrategia de pelotazo arriba que tanto les gusta a muchos de nuestros dirigentes, ya que al final los que pagamos los goles en contra somos los ciudadanos. De humanos es errar y de sabios rectificar. Hace unas semanas les contaba en esta misma página que Maria Antonia Munar había esclavizado durante años a los mallorquines con una concesión en monopolio como la de MacInsular. Desconociendo que era otro caso Túnel de Sóller o aparcamiento de Son Espases.

Los cánones y tasas que tenemos que pagar los mallorquines por reciclar correctamente los residuos de obras, ir a la Vall de Sóller sin pasar por el Coll o dejar nuestro coche en el hospital de referencia no son sino las hipotecas en que nos metieron en su momento Munar, Cañellas o Matas a cambio de hacerse la foto inaugurando las infraestructuras y -seguramente- de otras cosas. La justicia llegó tarde al túnel, está con el hospital y no parece haber encontrado nada en la gestión de residuos. La cuestión es que todas esas cosas se construyeron sin dinero. Haciendo que empresas privadas acometieran las inversiones necesarias, que tienen que amortizarse con los años a través del pago por su utilización. No sufragamos con nuestros impuestos la construcción de las instalaciones de reciclaje, ni la totalidad del hospital, ni las obras del túnel. Y, aún así, tenemos una deuda pública estratosférica que, siguiendo con la huida hacia adelante, ya se encargará alguien de pagar. Adivinen quién.

Una podría pensar que hemos aprendido algo. Que la casa, el coche, el hospital o el túnel hay que tenerlo cuando uno se lo puede permitir. Que eso de 'tú hazlo que ya veremos cómo lo pagamos' no suele traer muy buenas consecuencias. Pero me temo que no termina de ser así. Hemos estado casi un año entretenidos con el espectáculo circense que han montado los partidos desde que se convocaran elecciones. Discutiendo sobre si no es no, o es sí, o es no lo sé. Sobre si la oposición eres tú, o yo. Sobre si evitar unas terceras elecciones es sentido común o traición. Asuntos todos ellos que carecen de toda importancia ahora que hay que presentar ante Bruselas un plan de ajuste de 5.500 millones de euros. Que se dice pronto. Y que serán papel mojado cuando -más pronto que tarde- nos explote en la cara por insostenible el sistema de pensiones y nuestros mayores se queden sin paga.

Durante años hemos estado echando balones arriba en esta cuestión. Pasando por alto que, con una población cada vez más envejecida, no puede ser que menos jóvenes trabajando paguen las pensiones de cada vez más jubilados. Sin que nadie haya tenido las agallas políticas de hacer la reforma necesaria: que cada uno ahorre en su propia bolsita. Que cada uno cobre su pensión de lo que haya ido cotizando a lo largo de su vida. Que no se vaya pagando con las cotizaciones los retiros de otros y esperando que -cuando envejezcamos- sean los jóvenes quienes abonen el nuestro. Pero hacer eso sería idear un sistema de transición que evite dejar sin pensiones a toda una generación. Y, por supuesto, asumir un coste político y puede que perder elecciones. Es mucho más fácil ir tirando y ya asumirá las consecuencias el que le toque en el gobierno. A quien echaremos la culpa de todo -como si fuera el árbitro en el fútbol- sin tener en cuenta que nadie en 30 años ha tenido la valentía de ponerle remedio. Pelotazo arriba. Háganse cargo de que quienes recibiremos el gol seremos nosotros, que -con toda probabilidad- nos quedaremos sin retiro. A menos que encontremos un Cruyff que fiche por nuestro equipo. Aunque, sinceramente, viendo el espectáculo, no parece que haya ninguno.

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