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Llorenç Riera

Encontronazo de Més con el presupuesto

Queda mucho mar de fondo tras la etiqueta social y la "valentía" que el Govern ha querido impregnar a los Presupuestos de 2017. La serenidad y transparencia que procura reflejar la consellera de Hacienda, Catalina Caldera, tiene mucho de telón extendido sobre la realidad de un modelo de gestión, una convivencia política y un reparto presupuestario incapaz de contentar a todos.

El Ejecutivo Armengol se las prometía muy felices con el anuncio de Podemos asegurando que no presentaría una enmienda a la totalidad de los presupuestos y pudiendo lanzar el mensaje de que las consellerias socialistas de mayor peso, Salud y Educación, verían incrementadas sus partidas en 104 y 65 millones respectivamente.

En realidad, se aumenta la dotación de todos los departamentos incluido el sensible y significativo Asuntos Sociales de Més. Sin embargo, no ha habido forma de cuadrar el contento, tanto económico como político, de quienes conforman o están implicados en el Pacto de Govern entre PSOE, Més y Podemos. Es la persistencia de unas brechas reales, que se intentan maquillar y que todavía no desembocan en crisis abierta. Pero la lesión existe.

Hasta donde ha podido conocerse del secreto del último consell de Govern, se sabe que la reunión del gabinete del viernes pasado en la que se aprobaron los presupuestos, acabó en paño de lágrimas y en crisis de nervios. Los tres consellers de Més abandonaron la sala de un encuentro al que ya no asistía, por viaje, el vicepresidente Biel Barceló. Según todos los indicios, la causa principal del encontronazo fue la exigencia de mayor partida presupuestaria por parte del conseller de Medio Ambiente, Vicenç Vidal. No en vano, su departamento, con el añadido de Agricultura y Pesca, es uno de los que más déficit de gestión arrastra, más allá de los graves parones en infraestructuras hidráulicas padecidas en tiempos de sequía. Vidal es también uno de los consellers más cuestionados y que está en imperiosa necesidad política de dar un mayor impulso a su conselleria.

Pero, al margen de las cuestiones puntuales de cada sección, aquí lo que subyace, en el fondo, es la urgencia de protagonismo por parte de Més en el seno del Govern.

Es, digámoslo así, asunto de celos. Parece que en cada caso, ahora con los presupuestos, una vez obtenida la conformidad de Podemos, se da por solventado el asunto y Més, con su actitud llamativa y el portazo reversible, quiere hacer saber que las responsabilidades de gestión y desgaste o éxito político están, en todo caso, sobre esta coalición y el PSOE. Pero a los socialistas tampoco les ha satisfecho en absoluto el método utilizado ni el momento escogido por los econacionalistas para reclamar protagonismo. Los comportamientos también evidencian carencias de madurez y cohesión doméstica de un Govern obsesionado en transmitir buena imagen a cualquier precio. Pero los portazos siempre acaban oyéndose.

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