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Cuaderna

La desmemoria histórica (I)

Escribe Arturo Pérez Reverte que "la sombra de Caín es alargada en España". Razón no le falta, lo fue y lo sigue siendo. Lo fue en el siglo XIX, en la primera República, en la dictadura de Primo de Rivera, en la restauración monárquica, en la segunda República, en la Guerra Civil, en el franquismo. Lo sigue siendo hoy, y si no recuerden el acoso y derribo a Hernández Mancha, del PP; el acoso y derribo a Borrell, del PSOE y hoy el acoso y derribo a Pedro Sánchez. No aprendemos.

Inicio así una serie de artículos dedicados a la Guerra Civil Española bajo el título de la "Desmemoria histórica"; y es que es tal la manipulación y la media verdad que sobre ella se vierte con la intención de justificar y de reivindicar un pasado, bajo el paraguas de la memoria histórica. Hemos vuelto al método de propagandístico utilizado por el franquismo durante cuarenta años. Los malos son los "rojos" y los buenos los "nacionales". Ahora los buenos son los "rojos" y los malos los "nacionales", a los que se les tilda de "fachas".

El esperpento llega a tal extremo de considerar que todas las atrocidades y crímenes perpetrados por los milicianos del Frente Popular lo fueron por incontrolados, mientras que los llevados a cabo por la nacionales lo fueron por órdenes jerárquicas y perfectamente controlados y autorizados. Pues no, ni una cosa ni la otra, es verdad. En ambos bandos hubo mucho ajuste de cuentas y vendettas e incluso dentro del mismo Frente Popular. No cabe duda que la historia de la Guerra Civil se ha manipulado; primero por los franquistas, ahora por los considerados herederos del Frente Popular.

Cito de nuevo a Arturo Pérez Reverte, cuando dice que "la Guerra Civil fue el enfrentamiento entre una república desventurada en manos de irresponsables, timoratos y asesinos; un ejército en manos de brutos y matarifes y un pueblo despojado e inculto; que una vez prendida la llama de la arrogancia, dio lugar a que los privilegiados, el rencor de los humildes, la desvergüenza de los políticos, el ansia de revancha de los fuertes y la ignorancia se encargaran de hacerla saltar por los aires".

Todo empezó en 1931, cuando los republicados pierden las elecciones municipales, en número de votos y concejales, pero ganan en las principales ciudades de España. Ello provoca que el rey Alfonso XXIII abandone España, dejando un vacío de poder que fue aprovechado por el entusiasmo republicano, que tomaron las calles de las principales capitales de provincia y proclamaron la Segunda República. Se inicia así un periodo de ilusión y esperanza. Ilusión y esperanza que pronto se vio truncada por comunistas y anarquistas que la tildaban de burguesa. No olvidamos que tanto comunistas como anarquistas lo que realmente querían era una revolución social y "proletaria", al estilo soviético.

El Gobierno quiso configurar España como una nación moderna, homologable a las europeas, y parar los movimientos reaccionarios de la derecha más conservadora y los revolucionarios de la izquierda más radical. No fue posible; la derecha más conservadora se opuso a las reformas planteadas por el Gobierno, como era limitar el poder del Ejército, de la Iglesia y abolir los privilegios. Por su parte, la izquierda radical comunistas, anarquistas e independentistas, en especial catalanes, y parte del PSOE exigían la incautación de todos los bienes de la Iglesia, el cierre de todas los colegios, hospitales y residencias controladas por órdenes religiosas, un ejército del pueblo y la nacionalización de tierras, bancos e industrias. Con este panorama el Gobierno republicano se vio superado y el conflicto civil entre las partes servido. Basta observar las huelgas y movilizaciones promovidas y alentadas por el CNT y la FAI, que el Gobierno no pudo controlar, para darnos cuenta de la inestabilidad y debilidad de la República.

Mención aparte merece el PSOE que tiene su alma dividida entre los partidarios del moderado Prieto y los partidarios del radical Largo Caballero, que se niega a participar y colaborar con el gobierno, al que tilda de "moderado". Está es, a trazo grueso, el inicio de nuestra desgraciada de la Guerra Civil, que ochenta años después de su inicio, aún no hemos superado por la irresponsabilidad de algunos políticos que quiere reescribir la historia, sin importarles para nada el brillante e inestimable esfuerzo de reconciliación hecho por los padres de la transición; desde Fraga a Carrillo, desde Suárez a Felipe González; y desde vascos a catalanes pero sobre todo desde la ilusión de todo el pueblo español en pasar página y abrir un periodo de paz, libertad y democracia; todo ello capitaneado, desde la determinación e impulso, por el rey Juan Carlos I.

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