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Silencio sepulcral

Como es bien sabido, muchos prohombres socialistas organizaron un colosal guirigay antes del golpe de mano que concluyó con la ruptura del partido, la dimisión de la mitad de la ejecutiva y la marcha de Pedro Sánchez, para que una gestora ofreciese al Partido Popular la abstención que le permitiría gobernar. Pues bien: la maniobra ha sido exitosa y ya tenemos gobierno. Gobierno pero no gobernabilidad, y nadie abre ahora la boca para dar explicaciones. Hay un silencio sepulcral en el entorno del PSOE. La intervención de ayer del propio Rajoy, minutos antes de la votación que le haría presidente, fue una acertada argumentación tendente a solicitar apoyos para gobernar realmente una vez que se le ha otorgado la posibilidad de hacerlo. Las manifestaciones del presidente de la gestora, Javier Fernández, han sido rotundas: la abstención ha sido sólo para la investidura; no para el resto de las decisiones de gobierno, los presupuestos de 2017 por ejemplo.

Los autores intelectuales de la operación desde Felipe González a Susana Díaz, pasando por los barones territoriales y demás líderes que urdieron aquella maniobra están ahora callados como muertos, atónitos quizá por tanta algarabía y por las consecuencias obtenidas. Porque se puede aceptar que tuvieran razón, que la obligación del PSOE fuese permitir que cesase el bloqueo que afectaba al país, pero es bien evidente que, como dijo Borrell en memorable frase, el golpe parece obra de un sargento chusquero: la prodigiosa maniobra ha derivado en otro bloqueo todavía más grave porque entre todos hemos creado un monstruo: un gobierno en plenitud que no tiene apoyos para ponerse en marcha.

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