Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Eduardo Jordà

El odio adolescente

Es difícil saber cuál es el grado de odio que existe en una sociedad. No hay forma racional de medirlo ni de cuantificarlo, y por lo tanto no sabemos si ahora hay más odio que hace veinte años, por ejemplo, o incluso más que el que había hace cuarenta o cincuenta, cuando aún no estaba tan lejos la guerra civil, esa guerra que surgió del odio y creció con el odio y se apropió del odio como máquina de exterminio del adversario. Repito que es imposible saber si ahora hay más odio que el que había antes, pero lo que sí sabemos es que el odio actual se percibe mucho mejor porque queda registrado enseguida en Twitter o en Facebook o en los comentarios que circulan por las redes sociales. Y lo que circula por ahí pone los pelos de punta. Hace unas semanas, un policía local de Sineu murió atropellado cuando pedaleaba con su hijo por una carretera del interior de Mallorca. No creo que haya una escena más hermosa que un padre que da un paseo en bicicleta con su hijo. Pues bien, a los pocos días ya circulaban insultos contra ese hombre. ¿Por qué? Porque era policía local, porque iba en bicicleta, porque molestaba, por cualquier cosa. Y ahora mismo la policía ha detenido a dos personas que insultaron de forma humillante al policía muerto, con el bonito argumento de que todos los policías son unos hijos de puta, "All Cops are Bastards".

Todo esto es asombroso. España es uno de los países del mundo donde la policía local y nacional se comporta de forma más civilizada. De vez en cuando hay abusos, claro que sí, pero en general no ha habido un solo caso de violencia policial indiscriminada. Tampoco he oído a nadie quejarse de la policía por alguna razón en concreto. Pero aun así, este policía local no sólo tuvo la mala suerte de morir atropellado, sino que encima sus familiares tuvieron que soportar los insultos y las burlas. ¿Por qué? Porque está visto que el odio se ha instalado entre nosotros. Y es más, casi se podría decir que se ha convertido en una forma de ser. De hecho, hay profesionales del odio: gente que grita a todas horas en Twitter y en las redes sociales, gente que busca razones para crear más y más odio a base de mentiras y manipulaciones, gente que se pasa la vida maquinando cómo puede extender la rabia por todas partes. Orwell describió en 1984 la ceremonia que tenía lugar todos los días en su distópica Oceanía, las "dos horas de odio". Durante esas dos horas, todos los miembros del Partido tenían que contemplar una filmación en la que aparecían los miembros más destacados de la oposición política. Y todos los presentes tenían que gritar "¡Odio, odio, odio!" cuando aparecían las imágenes. No estaba muy claro por qué tenían que odiar a Goldstein el hombre de la oposición, en realidad un trasunto de Trotski, pero lo que estaba muy claro era que su odio no podía parar de crecer y crecer.

La convocatoria de rodear el Congreso para protestar por la sesión de investidura de Mariano Rajoy parece inspirada por aquellos dos minutos de odio de 1984. En un fotomontaje difundido por los convocantes, se muestra a Rajoy, a Susana Díaz y a Felipe González con una pistola en la mano, como si fueran capos mafiosos que acabaran de pegarle un tiro a uno de sus enemigos. Y el mensaje que se difunde en la convocatoria es igual de contundente: "Ante el golpe de la mafia, Democracia. No a la investidura ilegítima". El sistema democrático, según los convocantes, es un sistema "corrupto, autoritario y criminal". Y el texto de la convocatoria, que me he tomado la molestia de leer supongo que tendré que pagar muy caro en la otra vida por haber perdido el tiempo de esta manera, continúa diciendo cosas así: "Nos han dado un golpe de mafia". "Gobierno ilegítimo de un régimen ilegítimo". "Nuevo robo a la soberanía". Hay más frases de este estilo. Muy mal escritas, por cierto. Y sin el menor rastro de épica ni de elocuencia. Puro odio, sólo eso. "¡Odio, odio, odio!".

Todos sabemos que Mariano Rajoy no es un personaje ejemplar. Tampoco lo es Felipe González. Y este régimen, como cualquier otro régimen, es imperfecto y tiene muchos fallos. Pero conviene recordar que no existe un solo régimen perfecto en esta tierra. Y además, me pregunto cuántos países del mundo autorizarían una manifestación de protesta que pretendiera rodear el Congreso y que acusara a sus ocupantes a muchos de sus ocupantes de mafiosos y de golpistas y de criminales. Puede que este régimen sea imperfecto y lo es, y que muchos de sus políticos sean poco ejemplares que lo son, pero dista mucho de ser un régimen mafioso controlado por una camarilla corrupta y criminal. Sólo el odio teatralizado y sobreactuado de quienes viven y bastante bien, por cierto de provocarlo y explotarlo puede llegar a decir una cosa así. Bueno, el odio, sí, y también las rabietas adolescentes, que siempre van de la mano.

Compartir el artículo

stats