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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

UM se venga de Munar

La expresidenta de Mallorca despidió el juicio que le ha sumado tres años de cárcel al grito de "una cosa es UM y otra es Maria Antònia Munar". Con el tono de una advertencia teñida de amenaza, pretendía disolver la identificación que está en la raíz de su desgracia. Admitía la equivocación propia al confundir ambos términos, es lo más cerca que llegará a una confesión. Durante años creyó en su poder absoluto, sin sospechar el odio incubado por subalternos dóciles como Miquel Nadal o Bartomeu Vicens. A la primera oportunidad, la metieron en la cárcel.

Denzel Washington le pregunta en Los 7 magníficos a la agricultora amenazada por el cacique local:

-¿Busca venganza?

-Busco justicia, pero me conformo con la venganza.

La sumisión bien remunerada de Nadal y Vicens hacia Munar sorprendería en el fundamentalismo islámico. El pánico a la cárcel ha detonado las acusaciones contra su jefa, ha inflamado el combustible del rencor acumulado durante décadas soportando un despotismo caprichoso. La sentencia certifica que Vicens "confesó los hechos por la familia, por arrepentimiento". Y un poco de hiel. Se les bautizó de mayordomos, palafreneros, sirvientes y felpudos. La erupción de ese menosprecio ha consistido en contar la verdad. Se acabaron los tiempos en que los subordinados asumían la pena correspondiente a sus superiores, véase el Túnel de Sóller.

El acrisolado cinismo mallorquín destaca que Munar enriqueció a sus vasallos, así que le debían fidelidad. En primer lugar, las estrategias defensivas de la presidenta de Mallorca y de Matas consistían en descargar hasta el último minuto sobre sus gregarios, porque "ella tenía que cumplir seis años de prisión y los otros cuatro años y Vicens ocho meses". Además, nunca menosprecies la sed de venganza de las personas a las que has salvado la vida. UM no es Munar, UM se toma la revancha de Munar. Así acaba nuestro PNV. Sin desdeñar el efecto contagio, José María Rodríguez ha de rezar para que no cunda el ejemplo de traicionar los padrinazgos. Ningún amor es para siempre, ni aquí ni en Gijón.

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