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Norberto Alcover

Javier Fernández

Casi nadie derrama un elogio descarado de Javier Fernández. Apenas han aparecido biografías suyas en los medios de comunicación, y las fotografías de su persona nunca rebosan satisfacción ni alegría. Está ahí como por necesidad ineludible, pero acumula todas las reticencias posibles desde el silencio de las conciencias y no menos de las estrategias. Los chicos de Sánchez jamás le perdonarán haberlos ninguneado con decisión, pero sus propios chicos, ya un tanto mayorcitos, me extrañaría que le recordasen como ejemplo de lo que sea. Dicho de forma conveniente, Fernández es un instrumento coyuntural para los socialistas españoles, asustados ante el devenir del sanchismo que carecía de identidad y se entregaba con armas y bagajes a la trampa mortal de un Pablo Iglesias crecido y prepotente. Se le olvidará cuanto antes y será relegado de nuevo a su Asturias natal, donde ejerce su autoridad desde hace años con solidez y serenidad. Y allí mismo, veremos cómo le tratan sus amistades. Es muy duro "decir sí" donde se había dicho "no es no" hasta la saciedad. Con una soberbia política, casi antropológica, infinita. Rajoy al fondo. La insoportable levedad de quienes nunca encajaron las victorias sucesivas de un tipo tan gris como el actual presidente en funciones. En este asunto, hay mucho de urgencia psicoanalítica para enterarnos de verdad de qué va este juego casi cainita en Ferraz. En fin que, Javier Fernández, el hombre tranquilo, el tipo inalterable e inalterado, este todoterreno socialista que no ha dudado en caminar desde el abrazo, preside la celebérrima gestora en espera de mayores convocatorias para sugerir por dónde debe de discurrir el PSOE del inmediato futuro. Porque no hay tiempo que perder. Es el momento de los intelectuales socialistas, de los teóricos impenitentes, susceptibles de reidear algo al borde de la fractura y del deshilachamiento. O se comprende la situación o el precio que se pagará será indescriptible?de tristeza.

Lo escribí hace pocas semanas, cuando comenzaba a arreciar la problemática y las espadas amenazaban: hay que elegir entre socialismo propiamente tal y una socialdemocracia de inspiración felipista. O volver al pre-Suresnes, aunque no se diga, o encajar una refundación del PSOE que evite el crack del PASOK en beneficio de un Podemos desatado, por mucho Errejón que nos adviertan. Se ha llegado a estar ante el muto de la historia, y empleo esta palabra con absoluta conciencia de su grosor conceptual, porque los socialistas españoles están en esta maldita situación, les guste o no, y en parte porque desde la derrota ante Aznar se la han buscado día a día, con Vogue al fondo. Se comienza con detalles frívolos y se acaba ante una gestora que se lleva por delante sueños impuestos desde afuera, desde el 15-M. Y es que el desafío más ardiente es el de la juventud desesperanzada y líquida, ese magma que desconoce reglas del juego porque desea inventar otro juego sin reglas, cargarse un sistema que les hunde en la mediocridad existencial. Sí, que es así, pero no se puede caer en la ordinariez política de algunos que reclaman la calle frente al parlamento, antes bien hay que ofrecer un edificio sólido, sereno, pero también algo inquietante y prometedor de cambios sustanciales. ¿Con Europa al fondo? Parece que sí. Salvo el suicidio. Los griegos saben mucho de aventuras así. Un PSOE realista, abierto al conjunto de desafíos, sin dejarse caer en la fácil tentación de lo inmediato, más bien dedicando un tiempo a relanzarse desde sus propios núcleos: solidaridad, eticidad, seriedad, laicidad, estado democrático.

En esta travesía y por ahora, Javier Fernández es el "héroe sencillo pero abrumador" que sostiene las pasiones de unos y de otros, sin ceder ni al engaño ni a la magia. Para nada ha vaciado el partido, antes bien lo ha llenado de inquietud, de autocrítica y de una objetividad absolutamente necesaria. Camina como cansado, sonríe a medias y entrega un rictus de "ya está bien de tonterías" que me llena de emoción. Se sabe transitorio. Conoce perfectamente que pronto se lo quitarán de encima. Porque, como he escrito más arriba, se ha convertido en el inesperado protagonista de una tristísima historia de autoengaño y de medioctidad, que ha conseguido elevar hasta la categoría de discernimiento colectivo. Menudo servicio a nuestro socialismo. Un socialismo que necesitamos para componer la inacabada sinfonía política española, antes de que nos la conviertan en charanga de feria.

Y no sé porqué, pero recuerdo a Félix Pons?

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