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Juan José Millas

Tierra de Nadie

Juan José Millás

Un coche automático

¿Me cortaría yo la mano derecha para cobrar un seguro de accidente? Lo hizo un hombre, un agricultor, no recuerdo ahora dónde. Quizá pensó que le volvería a crecer, de otro modo no se entiende su frialdad. Vean ustedes: se la amputó (la derecha), se hizo un torniquete para no desangrarse, fue con ella en la mano izquierda hasta el coche, se metió dentro, lo arrancó y condujo hasta un terraplén sobre el que se precipitó adrede. Abandonó la mano junto al asiento. Salió del automóvil, le prendió fuego y se sentó en el suelo a la espera de que llegara la benemérita o quien quisiera que llegara antes. Según la noticia, la mano estaba mal cortada, en plan chapuza, piensa uno que para hacer más verosímil que la hubiera perdido en el accidente. Cuando intentó cobrar los seguros correspondientes (tenía varios) las compañías se olieron la jugada y lo llevaron a juicio. Acaba de ser condenado a tres años y medio de cárcel, a la que accederá, lógicamente, manco.

¿La historia da para una película o para un corto? ¿Para una novela o para un cuento? Despende de hasta dónde pudiéramos entrar en la cabeza del condenado. Si fuera posible recorrer todos sus circuitos cerebrales como el que entra en todas y cada una de las habitaciones de la casa de los horrores, se podría escribir un novelón de 500 páginas que empezaría por la amputación y navegaría desde ahí, a contracorriente, hacia su infancia. Quizá hubo un momento fundacional del que podríamos deducir tal capacidad para la autodestrucción. Lo digo porque yo soy muy autodestructivo también y recuerdo perfectamente cuando comencé a herirme: a los ocho o diez años, con un clavo del zapato que me hizo una llaga. Confiaba en que me diera el tétanos, muy de moda por aquellos años, ahorrándome todo por lo que he tenido que pasar después.

No fue posible, qué vamos a hacerle y aquí estoy, preguntándome si sería capaz de arrancarme la mano derecha y colocarla junto al asiento del conductor tras haber despeñado el automóvil por un terraplén. Lo diré rápido: no. No sería capaz. Tampoco de amputarme la izquierda. Si me dijeran un pie€, bueno, quizá sí: el del embrague. Con lo que cobrara del seguro, me compraría un coche automático.

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