La contienda electoral americana se aleja cada vez más de un debate ideológico o programático. Por el contrario, se polariza entre la imagen moderada y convencional de Hillary Clinton y la figura desmesurada, rompedora hasta rozar el esperpento y lo grotesco de Donald Trump. Es probable que uno y otro no sean tanto de lo bueno y malo que parecen como que llegados al poder tampoco puedan hacer ni tanto mal ni tanto bien como prometen. Ya se sabe que ningún político, ya sea decente o corrupto, democrático o dictatorial, de izquierdas o derechas, hace lo que quiere sino lo que puede.

Como sería pecar de un exceso de inocencia pensar que ambos personajes se limitan a ser ante las cámaras lo que de verdad son, es razonable pensar que, con los retoques de sus asesores de imagen y directores de campaña, y bajo directivas de los lobbys que mueven los hilos, el uno y la otra que vemos son en realidad personajes virtuales. Tan virtuales como los muñecos que están arrasando entre los juegos de niños, los superhéroes. Una característica es que son prototípicos hasta la exageración. El tenebroso Devil, o el supervillano Lex Luthor, son malos tanto como Superman es bueno y abnegado o la Mujer Maravilla es capaz de conjugar la belleza de Barbie con la capacidad ofensiva provista de unos fuertes lazos que lleva en las manos. A los malos, tanto como a los buenos, los niños los incluyen en sus juegos. Más aun, diría que los necesitan.

A medida que se acercan las elecciones Trump aumenta lo incorrecto de su discurso. Acumula machismo burdo y grotesco. Amenazas irrespetuosas a su oponente y enfrentamientos con quien ose criticarlo. Sin embargo, eso no debe ocultar dos hechos sorprendentes. El primero es que un personaje de su catadura haya llegado a ser candidato, y el segundo, que es innegable, la elevadísima popularidad que goza. Las encuestas muestran que casi la mitad del pueblo americano lo apoya. Y no se trata de un fenómeno exclusivo de los americanos. Berlusconi, el hombre del bunga bunga y las orgías también es simpático a una parte importante de los italianos. Seguramente estos fenómenos políticos son explicables por diversos análisis políticos y sociológicos, pero la psicología también tiene algo que aportar.

Por una parte la psicología evolutiva ha descubierto que el proceso por el cual un cachorro humano se transforma en un ser civilizado es imposible sin una dosis de represión de los impulsos naturales del niño. Al mismo tiempo esta represión no es nunca del todo exitosa y ciertos impulsos que no pueden aceptarse pero tampoco se extinguen, pujan por expresarse o realizarse de muchas maneras. Cuando esas maneras son exitosas logran fluir sin provocar síntomas.

La increíble pasión de los fans de fútbol que gritan hasta quedar afónicos, discuten, festejan o sufren por lo que ocurre entre 22 malabaristas del balón no tiene otra explicación. Tampoco podría explicarse el consumo masivo de las revistas rosa que, como los superhéroes de los niños muestran a los guapísimos, riquísimos y felicísimos en sus palacios y megayates de ensueño.

Los mecanismos psíquicos que subyacen a esta solución a la frustración de lo reprimido se llaman idealización e identificación. Gracias a este mecanismo los individuos consiguen burlar las propias barreras y frustraciones plegándose a un personaje que representa la realización de sus impulsos y necesidades.

Este análisis que proporciona la psicología vale tanto para los niños y sus superhéroes como para los votantes de Berlusconi o de Trump. Cuando más políticamente incorrectos mejor. Fuera de toda consideración ética, o de las imprevisibles consecuencias para el planeta de que Trump, si finalmente es elegido presidente de los Estados Unidos, tenga acceso al botón nuclear existe una explicación psicológica del apoyo que recibe su figura. Desde el punto de vista de la salud psíquica la represión que ocurre en el proceso de adecuar a un animalito humano a un universo de normas y condicionantes solo se expresa con mecanismos como los descriptos pues logran dar alguna salida. Una gran parte de los síntomas que los psicólogos clínicos tratamos de modificar se deben al sufrimiento que ocasionan impulsos reprimidos que no encuentras formas viables de expresión.

Estos descubrimientos de la psicología contemporánea coinciden con lo que ocurrió hace 300 años con el descubrimiento de una de las leyes fundamentales de las ciencias naturales: "Nada se pierde, todo se transforma". Según este análisis una de las razones por las que un Trump machista, racista, xenófobo, violento es candidato, es porque encarna el imaginario reprimido de quienes lo votan.

* Psicólogo clínico