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Antonio Papell

El PSC, piedra de toque para el PSOE

El PSC acaba de confirmar su línea política de razonable independencia y de cooperación leal con respecto al PSOE. Miquel Iceta, ratificado en la secretaría general, es el único portavoz socialista que efectúa los análisis más lúcidos que la ocasión reclama, pero no es seguro que sus conmilitones entiendan cabalmente su posición y su mensaje. Porque lo relevante en esta hora no es tanto si el PSC se plegará o no al hipotético acuerdo de abstenerse en la investidura de Rajoy (es de suponer que Fernández sabrá calcular hasta dónde puede ejercer presión y buscará una fórmula que evite la ruptura interna, otra vez) cuanto la verdadera razón de fondo que impide absolutamente al PSC mostrar cualquier signo de cercanía con respecto al PP: la cuestión catalana.

El PSC de Iceta, en efecto, considera que el PP es responsable, primero, del enconamiento de las posiciones en Cataluña, que comenzaron con el fracaso de la reforma del Estatuto. Es muy cierto que aquella aventura radical, emprendida por un Maragall desenfrenado que quiso ser mucho más papista que el papa Pujol, fue el punto de destino de muchos y diversos despropósitos, pero también lo es que el PP, que llegó a pagar en 2005 unos 500.000 euros en campañas de publicidad por todo el Estado contra el Estatuto de Autonomía Acebes, secretario general del PP en aquel momento, ya bajo la presidencia de Rajoy, presentó a bombo y platillo la iniciativa, jugó un papel disolvente y negativo en aquella historia, que terminó mal. La sentencia del Tribunal Constitucional, jaleado por unos y por otros en un espectáculo denigrante, que desautorizó la voz que habían emitido los catalanes en referéndum, fue el detonante de una deriva que nos ha traído hasta la incomunicación actual, que se sostiene sobre un lecho de irritación y agresividad.

El PSC es hoy el único puente devaluado y frágil pero enhiesto todavía que existe entre la Cataluña moderada no independentista y las fibras interiores del Estado español. Para entenderlo así, hace falta cierta densidad política, y no una visión simple y lineal de España como parece tener actualmente el PSOE de Andalucía, todavía empeñado en mantener una concepción clientelar y arcaica del partido político e incapaz de asimilar con todas sus sutilezas la diversidad de este país.

Para el PSC, es sencillamente un drama que la única relación actual entre Madrid y Barcelona, al margen de las inevitables conexiones económicas, sea la judicial, cuando existe un gran debate político abierto que saca a la luz la necesidad de reconsiderar el vínculo constitucional entre Cataluña y el Estado y de revisar un sistema de financiación autonómica que se ha quedado obsoleto y que es radicalmente injusto. Así las cosas, la preocupación del PSOE, de estos grandes estadistas que son Fernández y Díaz algún despistado acaba de comparar a Fernández con Prieto, habría de versar sobre cómo aprovechar la privilegiada posición del PSC para que desarrolle la ligazón existente entre el centro y la periferia para pacificar el conflicto y orientarlo hacia una solución duradera. Pero no: toda la atención está puesta en si los diputados del PSC pasarán o no por las horcas caudinas de la rendición ante los poderes que con engolada entonación mencionan sin pudor el interés de Estado, que siempre ha sido en este país el argumento de todas las cuarteladas y de los mayores desmanes. En definitiva, si el PSOE no acierta a gestionar atinadamente sus creativas diferencias con el PSC, hará bien preparándose para la inexorable travesía hacia la definitiva irrelevancia.

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