Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Mallorca como 'Ville-Monde'

Nací en Mallorca, fruto de una firme decisión voluntaria. Desde aquel instante, todo fue cuesta abajo. La primera falsedad es considerarla una isla...

Nací en Mallorca, fruto de una firme decisión voluntaria. Desde aquel instante, todo fue cuesta abajo. La primera falsedad es considerarla una isla, cuando hace décadas que funciona como una ciudad al estilo de Singapur. Es un único distrito metropolitano, una aerópolis o conjunto urbano anexo y subsidiario de un aeropuerto del que extrae el cien por cien de su actividad económica. Los aspectos folklóricos de la industria del bronceado no camuflan el ingreso de los mallorquines en el mapa de las ville-monde. En resumen, ciudades globales que juegan un papel desproporcionado en relación a su tamaño. A cambio de este aumento de categoría, entregan su personalidad.

Palma (Mallorca, recuerden) es el mejor lugar del mundo para vivir, si puedes vivir en ella y pronto no podrás. En el doble sentido de encarecimiento del producto y de inaccesibilidad a su disfrute por la masificación. Volvemos a la ville-monde, rellenada con una población de aluvión que aspira a tener el mínimo número de contactos posible con los nativos. Los indigestos indígenas conservan la memoria de una ciudad alternativa, sus recuerdos han de ser borrados para acceder al grado más elevado de despersonalización. Convertir un lugar en un no-lugar es una tarea para profesionales animosos.

La apropiación de un espacio popular por una clase rica, que caracteriza a las ville-monde, se desarrolla en cuatro fases perfectamente visibles en nuestro entorno mallorquín: terciarización, gentrificación, evicción y segregación. El desplazamiento de la entera actividad económica al sector terciario de servicios turísticos no precisa de mayor comentario. La gentrificación, o elevación artificial de la exclusividad de barriadas antaño humildes como es Jonquet o el Molinar, tampoco. El tercer paso consiste en la expulsión o evicción de las personas que otorgaban la aureola romántica. Han de desaparecer, aplastadas por unos precios con los que no pueden competir. El capítulo final es el destierro discriminatorio, un desplazamiento que prohíbe el sentido de comunidad. No solo es una casualidad ortográfica que ville-monde resuene a vile-immonde.

Compartir el artículo

stats