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Antonio Papell

Podemos, ¿líder de la oposición?

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, que a pesar del fuerte debate interno en su organización se sabe seguro al frente del partido -la encuesta de DYM para El Confidencial constata que el 51,5% de los electores de Podemos se decanta porque repita como candidato el secretario general frente al 31,9% que se inclina por Errejón-, ha aprovechado el consejo ciudadano del pasado sábado para remachar su posición radical ante la organización frente a las tesis blandas de su número dos y para proclamar que el joven partido protestatario se convertirá en la gran fuerza de oposición si el PSOE, como es previsible, termina facilitando al PP el acceso al gobierno mediante la abstención en una probable e inminente sesión de investidura de Rajoy.

El análisis es sencillo. Iglesias ha mencionado un juicio de valor de Juan Antonio Andrade (joven historiador de peso, autor de "El PCE y el PSOE en la Transición"), según el cual "a pesar de que en términos programáticos no ha habido gran diferencia entre PP y PSOE, representaban dos mundos, sus votantes no eran iguales". Y ha concluido en que si el PSOE termina facilitando al Partido Popular la llave del gobierno, saltará por los aires ese "tablero simbólico" y "ya nadie se creerá ya que C's y PSOE son oposición", con lo que Podemos podría alzarse como principal fuerza opositora.

Es muy probable que Iglesias acierte al pronosticar una caída del peso específico del PSOE, que sale gravemente debilitado del golpe de mano que ha tenido lugar por razones complejas para expulsar del liderazgo a un secretario general elegido por la militancia, y que es todavía el más deseado por el electorado según otra encuesta de la empresa demográfica citada más arriba. Pero este decaimiento del PSOE no es suficiente para explicar el salto prodigioso de Podemos desde una posición lateral, marginal, al centro del escenario político como principal contradictor del PP. Porque, como ha dicho Errejón en el fragor del debate interno, "ese título -el de líder del espacio de la izquierda- no es automático, ni caerá del cielo por los errores de otros". "El liderazgo de la oposición -continúa el numero dos de Podemos- depende de nuestra virtud por representar los dolores pero también las esperanzas existentes".

Es evidente, y Rajoy se ha percatado de ello si hay que creer en la sinceridad de sus últimas declaraciones, que el PP tendrá por delante una tarea difícil para gobernar en minoría y con la actual aritmética parlamentaria. Pero también lo es que el contrapunto eficiente al discurso de centro-derecha de Rajoy habrá de ser un discurso simétrico de centro-izquierda. De hecho, la constatación ya se hizo en su día: cuando gobernó la derecha en etapas anteriores -piénsese por ejemplo en la legislatura 1996-2000-, la dialéctica de poder más creativa se escenificó entre el PP y el PSOE, no entre el PP e Izquierda Unida, a pesar de que al frente de este organización estuvo Julio Anguita, el también secretario general del PCE por aquel entonces (lo fue hasta 1998), tan admirado por el secretario general de Podemos.

El PSOE, que ha escenificado un inconcebible espectáculo fratricida, pagará muy cara esta deriva, pero el protagonismo de Podemos en el inmediato futuro y en el medio plazo no depende tan solo de la buena o mala salud del partido socialista sino de los méritos que acopie la formación de Iglesias. Un Podemos radical, con un pie en las instituciones y el resto del cuerpo en la calle como quiere Iglesias, extremoso y cuasi revolucionario, no va a entusiasmar a una ciudadanía que no ha confundido la irritación con la ira, ni la oposición con la revuelta.

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