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José Carlos Llop

La lección no aprendida

Toda época de turbulencias se parece a cualquier otra época de turbulencias. Recuerdo que allá por los noventa del pasado siglo cuando Chaves Nogales no pertenecía a nadie y nadie lo leía Eduardo Jordá y yo estuvimos charlando un rato sobre El maestro Juan Martínez que estaba allí, una novela que trata del período revolucionario y sus antecedentes en Rusia y Ucrania. Eran los tiempos de la decadencia y caída de los gobiernos de Felipe González y en los periódicos se leían cosas que nunca antes, en la democracia española, se habían leído. El tono empezaba a subir. Recuerdo que comparábamos algunos de los personajes de la novela de Chaves Nogales con otros, contemporáneos nuestros, que con buena o mala fe removían el caldero de aprendiz de brujo, o se esforzaban por abrir la caja de Pandora. Ya saben, aquella donde están encerrados todos nuestros demonios. La literatura enseña analogías. Mejor que la Historia o el Derecho, las enseña y ahí aprendimos que en tiempos crispados la mala fe es superior a cualquier otra.

Ahora vivimos otra época de turbulencias y hay muchas personas dispuestas a dejarse llevar por sentimientos que no conducen a nada bueno. El primero, negar a quienes no piensan como ellos, un vicio antidemocrático. Sucede por todas partes y como la literatura, la de verdad, interesa menos de lo que parece, conviene que visitemos la Historia para intentar calmar los ánimos. No la de Juegos y tronos, sino la de verdad también. La primera lección de la Historia es que quienes remueven el caldero y abren la caja, intentan salvarse de la quema cuando la quema ocurre y lo más curioso es que lo consiguen: suelen salvarse. O sea que su riesgo no es tal frente al que provocan que corran los demás y siempre juegan con puerta trasera para escaparse en caso de necesitarlo. Pero mientras tanto inoculan veneno, siembran confusión, e incitan y colaboran en la devastación.

Cuando la Guerra Civil española estaba a punto de comenzar ya se preparaba el golpe militar, Franco, Sanjurjo y Mola diseñador de la repugnante estrategia del terror en la retaguardia pidieron seguridad para ellos y sus familias y un millón de pesetas en una cuenta en el extranjero. Por si el golpe fracasaba, así salvarse. Cuando la Guerra Civil estaba a punto de acabar, el socialista Besteiro y el coronel Casado defensor militar de Madrid solicitaron la intercesión del gobierno británico para abandonar el país en buques ingleses después de rendir la República a Franco. Pidieron exactamente diez mil plazas para diez mil personas, pero al revés que en el arca de Noé donde había de todo aquí sólo había políticos y mandos militares del bando republicano. Repito: políticos y mandos. Londres lo denegó pues no quería llevarse mal con Franco, que era el triunfador.

También cuando estaba acabando la Guerra Civil y las tropas franquistas a punto de entrar en Madrid, el comisario Koltsov un inteligente periodista soviético, agente de Stalin en España, responsable entre otros, de los asesinatos de Andreu Nin y de José Robles (el traductor de John Dos Passos), y al que Stalin mandaría matar años después le dio una cifra concreta a Rafael Alberti para que hiciera una lista de los intelectuales y artistas que salvar en una camioneta y dos coches que ponía a su disposición. Alicante era el destino de ahí al extranjero y Koltsov cuenta en sus Diarios que dejó a Alberti con la agenda en una mano y el teléfono en otro seleccionando quién sí y quién no. Ejemplar. Por no hablar del escritor francés Céline, al que Jünger retrata implorando un pase para huir de Francia con la expedición de jerarcas colaboracionistas cuyo destino sería el castillo danés de Sigmaringen. Los aliados estaban a las puertas de París y Céline, cuyos panfletos habían alimentado el antisemitismo de mala manera y según Jünger había contribuido a la muerte de tantos de sus compatriotas, "exigía salvar miserablemente su vida miserable" (sic).

Estas cosas no ocurrieron en una película o en una novela. No ocurren en películas y novelas, quiá, ocurren en la vida, cuando la vida se tensa más de la cuenta. Y quizá sea lo abominable de estas historias lo que provoca que se olviden después, o no quieran recordarse, o que incluso alguien crea que son mentira. O que son sólo verdad las de un lado pero no las de otro. Y cuando la rueda empieza a girar de nuevo y parece que ahora se mueve, el terreno está más que abonado y es fácil sumarse a repartir estacazos en función de una idea, un interés o una emoción. Normalmente innobles aunque no queramos reconocerlo, o nos parezcan lo contrario. Y siendo la causa innoble si una causa noble niega al otro y lo aniquila o intenta, también es innoble la consecuencia es atroz. Siempre son atroces las consecuencias. Mientras tanto frivolicemos con la lección no aprendida.

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