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Norberto Alcover

Socialismo y Discernimiento

Ha sido tan abrupto lo sucedido que, guste o disguste, basta con tener un mínimo de perspicacia analítica para proponer con facilidad lo que uno piensa en estos momentos posteriores al quebranto socialista. Nada de permanecer anclados en la obsesión por votar o no votar a Rajoy, que ha llegado a convertirse en un mantra sinuoso con el que ocultar las propias limitaciones alternativas, según se pretendía. Por lo tanto, para nada voy a demorarme en cuestiones anecdóticas y sí detenerme en dos que me parecen sustanciales para el socialismo del inmediato futuro, que es lo más delicado del asunto que nos concita. Echando por delante que, por mi parte, me interesa muchísimo la suerte de este segmento político e ideológico en esta España sometida a una alarmante mediocridad intelectual, mediocridad extendida al deprimente universo de partidos y sus representantes.

Desde que Felipe González cayó ante José María Aznar, el socialismo español ha permanecido sumido en una dicotomía jamás superada. Una dicotomía que bien podríamos definir así: cómo dejar de militar en la ideológia marxista para comenzar el tránsito hacia una socialdemocracia exitosa, pero dejándose señas de identidad en el camino. De tal manera que el socialismo propiamente tal durara muy poquito, toda vez que el contexto internacional cambiara tras el embate de un neocapitalismo rampante. Rodríguez Zapatero fue un punto de llegada y, a su vez, un punto de partida hacia el fracaso más rotundo a manos, precisamente, del fervor del neocapitalismo salvaje. Ahora mismo, las facciones enfrentadas en el PSOE, una forma específica de socialismo europeo, representadas con pulcritud tales dos intenciones: retornar a la identidad radical o aumentar la componente socialdemócrata. Todo lo demás, como opciones de fondo, es anecdótico, y la elección entre ambas orientaciones es lo que el PSOE tiene que decidir, porque las medias tintas han demostrado servir para nada de nada. O cerquita de Podemos o caminar por los propios derroteros, haciéndose un lugar en el mundo de las ofertas políticas. Claro está, arriesgándose a transitar momentos de una dureza tremenda. Seguramente en la oposición.

Y segunda cuestión sustancial: previa a una consulta a la militancia de base, quienes son capaces de repensar el socialismo español actual tienen el deber moral de estructurar un partido capaz, como ya hemos escrito antes, de aparecer como un ámbito de izquierda capaz de moverse entre los ideales propios y las presiones objetivas de aquel neocapitalismo feroz. Hay que buscar el propio sitio, pero con un realismo semejante al utilizado por Felipe González en su tiempo. No escribo que deba reproducir el modelo de antaño, antes bien dar con un modelo actual que conjugue ambas dimensiones que la realidad impone. Todo ha cambiado, y sin embargo la dualidad de orientaciones permanece exactamente la misma. Los socialdemócratas de los últimos tiempos no han sido capaces de corregir la deriva mucho más alternativa de los radicales, pero se hace preciso reconocer que, y de nuevo aparece Podemos, la aparición de una izquierda poderosa a la izquierda del PSOE, ha modificado tanto las ambiciones socialdemócratas como las más radicales. Por esta razón, la madre del cordero socialista no está en Rajoy sino en Iglesias, quien vive semejante dualidad con la discrepancia de Errejón.

Definir la naturaleza del socialismo español difícilmente depende de una precipitada votación abierta de la militancia, porque necesita previamente de una reflexión pausada de quienes pueden aportar mimbres ideólogicos para sustanciar la naturaleza exacta del partido: hacia dónde se inclina sin ambigüedades brumosas. Evitando, por supuesto, la fractura del PSOE en dos partes o la absorción de una amplia gama de la militancia por los políticos morados. Repito por enésima vez, Rajoy solamente es una anécdota útil para espantar los fantasmas objetivos. Es Iglesias quien, sentado en su poltrona, seguramente observa cuanto sucede con su típica sonrisa de teórico empedernido. ¿Caerá la breva?, se dice. No sería lo mejor ni para España ni para los socialistas españoles. Y por supuesto, en absoluto para el PSOE. Necesario para el equilibrio de este anciano país.

Es el momento del "discernimiento socialista" español. La precipitación solamente acrecentará la distancia entre unos militantes que tiene futuro en la medida que se unan ante la adversidad pero, ¿quién será el valiente e inteligente que se juegue su carrera política en beneficio del conjunto? Pronto lo sabremos.

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