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Lula y el martirologio

La penúltima reencarnación del político mesiánico sin que ello tenga que ver con Messi se llama Luis Inacio Lula da Silva. Lula, que quiere repetir en 2018 como candidato presidencial en Brasil y que está siendo investigado por varios casos de corrupción, dice en su defensa que también perseguían a Jesucristo. No, qué va, el no pretende compararse con el hijo de Dios, inmediatamente ha querido dejarlo claro. Es como aquel violinista que silbaron en un concierto y para acallar las críticas replicó: "Lo mismo hicieron con Paganini". Igual que Lula, tampoco se estaba comparando con uno de los maestros universales del violín, sólo tiraba por elevación.

Lula, que asegura haber cambiado la historia de su país y que, en sus mejores momentos, se presentó como salvador ante el pueblo busca hacerlo ahora como mártir de la Justicia. La vida ha dado demasiadas vueltas desde que llegó por primera vez al palacio de Planalto y necesita de otras tantas máscaras para sacudirse el oprobio de haber traicionado a la clase trabajadora y convertido en un supuesto delincuente acusado de lavado de dinero a través de la petrolera estatal. Autoestima no le falta, de hecho parte de su argumentación es que su ahijada política Dilma Rousseff cayó como la pieza del tablero que precede a su propio derribo. El pez gordo es él.

Naturalmente, todo político corrupto, negligente o en apuros busca bandera en la que envolverse. Pedro Sánchez ha encontrado la de la militancia socialista impedida de votar, Lula el victimismo con los fiscales anticorrupción que le persiguen como a Jesucristo lo persiguieron por sus ideas religiosas. Y podría seguir hasta mañana citando ejemplos sobre el arte de fingir y escabullirse de la realidad.

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