El momento institucional y político que se vive en Balears se ha vuelto vulnerable, incierto y tenso en el plazo de muy pocos días debido, por una parte, a problemas intrínsecos de la gestión local y, por otra, a influencias o factores dependientes de la política estatal y de los resultados de las últimas elecciones en Galicia y el País Vasco.

La semana que hoy concluye ha sido pródiga en acontecimientos sin que apenas alguno de ellos arroje un resultado positivo. La consellera de Presidencia, Pilar Costa, ha destituido al director de la Abogacía de la Comunidad por pérdida de confianza, después de que trascendiera que el principal referente jurídico de la Administración Autonómica no hallaba argumentos ni base legal para acusar al expresident Matas en los casos del palacete de San Felio y la Ópera y, sobre todo, que sí se había informado de ello al Ejecutivo, en contra de lo asegurado en principio.

Pilar Costa ha quedado seriamente

tocada por la gestión de esta crisis. La oposición ha pedido su dimisión y el socio externo del Pacte, Podemos, ha forzado un hecho sin precedentes, la comparecencia, ahora como funcionario, del director destituido. Casi inmediatamente después, uno de los consellers del Govern, el de Agricultura y Medio Ambiente, Vicenç Vidal, optaba por relevar a la directora general de Espacios Naturales y Biodiversidad, Caterina Amengual, en el candelero por su gestión de los parques naturales y la aniquilación de cabras en Es Vedrà de Eivissa. El cese ha sido, según las interpretaciones más generalizadas, una salida hacia adelante del conseller en un intento de afianzar su posición personal, del mismo modo que el de Lluís Segura en la Abogacía persigue, aunque con peor fortuna, apoyar a una Pilar Costa que navega como puede en la tormenta.

Estos retoques ocurren en la misma semana en que Podemos, después del fracaso electoral del PSOE en Galicia y Euskadi, habla de dar un nuevo impulso al Pacte y tiene la mirada puesta en Castilla-La Mancha donde sus correligionarios han abandonado el gobierno regional convencidos de que el presidente García-Page estaba más ocupado en descabezar a Pedro Sánchez que en gobernar. La severa crisis de un PSOE al borde de la ruptura ha acaparado también a la presidenta balear. Francina Armengol, y con ella el PSIB, se ha alineado claramente con el cuestionado secretario general y ha abogado por un gobierno alternativo al de Rajoy.

Todo ello junto transmite un mensaje clave: el Govern permanece sujeto a demasiados condicionantes de estricto interés o conveniencia política y no está tan cohesionado ni firme como aparenta. De haberlo estado, no se hubiera producido el espectáculo de la abogacía de la Comunidad ni la conselleria de Medio Ambiente hubiera exhibido sus carencias, además con Més per Mallorca recurriendo para destituir a Amengual a unos argumentos sospechosamente parecidos a los utilizados para quitarse de en medio a Esperança Camps, anterior consellera de Transparència, Participació y Cultura, de cuya gestión y caída ya nadie parece acordarse dada la frágil memoria de los políticos para lo que prefieren ocultar.

Ni los tiempos ni las demandas sociales están para debilidades del calibre de las demostradas esta semana por el Ejecutivo autonómico. Son particularmente delicadas cuando la economía, impulsada por la solidez de la industria turística, está despuntando con claridad. En la coyuntura actual se necesita afianzar la cultura del pacto y del consenso para que un Govern estable pueda consolidar y robustecer las instituciones de las que se responsabiliza. Los incidentes de esta semana no habrán sido en balde si se aprende la lección de descartar el engaño y abundar en la cohesión, aunque los hechos cotidianos no apunten en ese sentido.