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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

González, cuñado de Sánchez

Nadie le hace mejor la campaña a Mariano Rajoy que Felipe. El exmandatario socialista respeta los votos de la derecha obviando los de la izquierda, y siembra cizaña en el partido para satisfacer su ego desmesurado. Como Aznar, pero aún más inoportuno.

Todas las familias mal avenidas se parecen al Partido Socialista. Qué Navidades más amargas le esperan a su líder, Pedro Sánchez, que lo es mientras escribo estas líneas, pero quién sabe mañana. Va a desear que le llamen para presidir una mesa electoral el 25 de diciembre o cualquier otro día para quitarse del disparadero de los suyos. Nos quedaba por ver, y lo hemos visto, que la formación obrera española pida por boca de su gran profeta Felipe González el voto para el Partido Popular de las tarjetas black, el caso Nóos, el saqueo de las arcas públicas valencianas, Bárcenas, el Palma Arena, la corrupción de la policía de Palma, la trama Púnica, el alcalde de Granada, Rita Barberá ingresando 5.000 euros al mes por dormir en el Senado y los papeles de Panamá, que son el pegamento capaz de unir a enemigos de toda la vida. González es para Pedro Sánchez lo que José María Aznar ha estado representado para Mariano Rajoy: el cuñado pedante que todo lo sabe, el que prefiere el divorcio de su hermana a perder una discusión de fútbol en la sobremesa. El inoportuno. La única diferencia reside en que la derecha es un bloque compacto y resistió los martillazos de su ex, mientras que los socialistas están fabricados de adobe cuando amenaza tormenta. En una entrevista ayer en la Ser, el exmandatario socialista afirmó que no coincide con Sánchez en satanizar al PP porque le han votado ocho millones de personas, y cree que se le debe dejar gobernar. ¿Y qué pasa con todos los demás votos ingresados en las urnas con el único propósito de que no gobierne Mariano Rajoy, los de los socialistas y el resto de partidos? Son más, pero esos no cuentan, no merecen un respeto. El siguiente paso tras dejar de satanizar al PP consiste en dejar de investigar sus trapos sucios. Al tiempo.

Felipe González de los GAL y Roldán no salió de la Moncloa con honores, pero unos lustros de conferencias y clases magistrales por todos los rincones del planeta, unas vacaciones en las mansiones de personalidades que figuran en la lista Forbes de ricos, algún doctorado honoris causa y un segundo matrimonio que le emparenta con la jet madrileña, nos lo devuelve a la política nacional como recién salido del quirófano de un cirujano plástico. Retorna a la cosa pública, pero no arrimando el hombro en las barricadas sino desde los altares. Sus diatribas están a la diestra de la socialdemocracia y el enemigo es Podemos. Se siente “frustrado y defraudado” con Sánchez por no abstenerse en la segunda investidura de Rajoy, porque eso fue lo que el secretario general del PSOE le “prometió” a él; le reprocha que votara no al PP cumpliendo lo que había anunciado que haría en campaña, ante la militancia socialista y ante su electorado. Cree que deberá dimitir si los barones sublevados descontentos con los resultados electorales de Galicia y Euskadi le ganan en el Comité Federal la votación para la convocatoria de un congreso. Francamente, González con sus filípicas bipartidistas está trabajando más por el PP que el propio Rajoy, de natural tan indolente que no le habrá telefoneado para darle las gracias. Ni siquiera los líderes populares desean prodigarse en grandes declaraciones favorables al presidente del Gobierno en funciones para evitar que se les relacione con todos los escándalos que arrastra. Alberto Núñez Feijoo arrasó en las gallegas a base de simular que no conocía a su jefe más que de vista y Alfonso Alonso pagó en las vascas ser su exministro. González pide tolerancia para Rajoy y acción contra Sánchez porque lo importante para él es dar rienda suelta a su gigantesco ego, enredando a costa de su partido.

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