Obama ha sido un magnífico presidente, que sin duda ha marcado una época en su país: ha impulsado políticas progresistas que han elevado el nivel de las clases medias, ha implantado elementos del estado de bienestar que socorren a los más desfavorecidos -el Obamacare-, ha mejorado la imagen de los Estados Unidos en el mundo, ha luchado contra el terrorismo internacional sin la brutalidad sospechosa de sus predecesores en Oriente Medio?
Con todo, el propio sistema americano le ha impuesto frenos que han limitado su capacidad de acción: no le ha sido posible universalizar realmente el sistema público de asistencia sanitaria, no se le ha permitido legalizar a los inmigrantes arraigados, no ha podido cerrar Guantánamo ni resolver definitivamente la cuestión cubana, no ha podido limitar con racionalidad la posesión de armas de fuego?
Hillary Clinton plantea una nueva versión, todavía más débil, de la propuesta de Obama, por lo que su capacidad de cambiar las cosas es limitada. Y este bloqueo es el que suscita la irrupción de los populismos. Por eso mismo, Trump puede aprovecharse de la coyuntura e imponerse, gracias a una muchedumbre decepcionada que ve cómo los límites de lo convencional son demasiado estrechos por lo que sólo la ruptura, cualquier ruptura, puede suscitar alguna esperanza de que cambien las cosas.
