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Llorenç Riera

Limpiar con la escoba de las prohibiciones

Palma mantiene viva, por méritos propios, su etiqueta de ciudad sucia y desaliñada. Tras la vista general de la urbe turística y acogedora se amaga el primer plano de la calle con desperdicios, la papelera repleta de deshechos y la fachada nada proclive a la pulcritud. Es la Palma real, la que menos se autorreconoce, la de la mala conciencia colectiva que sobrevive a base de improvisación y lo camufla todo bajo el telón del éxito turístico.

Todos los consistorios palmesanos han prometido limpiar la ciudad. Todos han fracasado en el intento o no se han empleado de forma suficiente en ello. No es solo una cuestión municipal, debe ser empeño colectivo que exige complicidad y convicción cívica. No resulta imposible limpiar Palma, otras urbes españolas más complejas y de menor talla presupuestaria le pueden servir de espejo.

Cierto que se han hecho algunos avances en los últimos tiempos, pero resultan del todo insuficientes. La maquinaria está tan obsoleta que hasta la ordenanza municipal de limpieza data de 2004.

Ahora el Ayuntamiento pretende ponerla al día y lo hace a base de prohibiciones y sanciones que pueden llegar a escocer el bolsillo del infractor. Es decir, que se opta por las medidas disuasorias y quien sabe si también de apetencia recaudatoria. Son tan imprescindibles como insuficientes. Palma seguirá siendo una ciudad sucia mientras no se logre el entusiasmo del residente y el visitante en el gusto por la pulcritud y la higiene urbana. La limpieza genera decoro, la suciedad, abandono y apatía.

Seguramente al Ayuntamiento, aparte de actualizar multas, le corresponde una función pedagógica y de estímulo que se aprecia muy poco en los principales apartados de la nueva ordenanza. Hay que mantener Palma en estado de revista por pura coherencia cívica y no por miedo a la multa. De no ser así, el infractor siempre hallará un lugar inadecuado para abandonar la bolsa de basura.

Sin duda el aspecto más llamativo y más ambicioso de la nueva ordenanza está en la prohibición de utilizar bolsas comerciales de plástico de un solo uso. Se tiene intención de comenzar a aplicar esta norma a principios de 2018. Su efectividad depende de la complicidad que se alcance con el pequeño comercio y las grandes superficies. La regidora Truyol asegura que hay diálogo con las patronales en este sentido.

Los vidrios en la playa pasan a ser material prohibido y el abandono de electrodomésticos en la calle, que ingresan en la categoría de material peligroso, puede acabar con una sanción de tres mil euros. También hay una apuesta por el reciclaje, la reutilización y el intercambio de objetos. Pero de momento resulta demasiado inconexa y vaga. Algunos puntos de Palma pueden verse agraciados con la recogida puerta a puerta y los palmesanos que más y mejor reciclen gratificados, pero no se sabe cómo. Varios puntos verdes del extrarradio son candidatos a lugar de intercambio o sedes de mercadillo de segunda mano.

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