Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Matías Vallés

Rita casi dimite

En el lapso fugaz de una semana, Luis de Guindos casi comparece ante el pleno del Congreso y Rita Barberá casi dimite de senadora. Dos éxitos sensacionales de Ciudadanos, que el miércoles corrió a dar una rueda de prensa en la que se felicitaba por casi haber logrado la regeneración del país. La comparecencia fue tan estrafalaria que el propio Rivera se sintió obligado el jueves a desmentirse demandando algún pronunciamiento exigente de Rajoy sobre la dimisión de su gran amiga valenciana, que el día anterior consideraba innecesaria. En auxilio de Ciudadanos, los amantes de la democracia deberían propugnar la continuidad de la alcaldesa perpetua de Valencia en un Senado donde no desentona, por tratarse del cachetazo final que necesita tan superflua institución.

Del mismo modo que las segundas elecciones se justificaban para desalojar a Celia Villalobos de la mesa del Congreso, los terceros comicios en un año pueden lograr que Barberá desaparezca de la comisión permanente del Senado. En un primer momento, la senadora abandonó todos los cargos no remunerados que ostentaba. Mejor dicho, se ahorraba el pago de la cuota de militante del PP, en lo que supone sin duda un triunfo de la pureza democrática que justifica la rueda de prensa montada por Ciudadanos. El partido de Rivera no debió reparar en que el bravucón comunicado de la parlamentaria señalaba que "expreso mi voluntad de NO DIMITIR (sic) del Senado", una pésima redacción pero unas mayúsculas que enfatizan el desaire.

Incluso después de la tímida embestida de Rivera, la crisis evolucionaba con Rajoy envuelto en su silencio monacal. Solo abandonó un instante el letargo para culpar a Sánchez, en abstracto. Al mismo tiempo, le reclamaba su voto de investidura concreto. Y gratuito. La maquinaria del PP ensayará contra la senadora el mismo truco aplicado a Bárcenas. Las hazañas del tesorero nombrado por el presidente en funciones no componían una trama de los populares, sino una trama contra los populares. ¿De Rita Barberá también podrá afirmarse sin sonrojo que es un cuerpo extraño, que se revolvió contra el partido angelical? Aparte de que la artera maniobra debería incluir a todos sus concejales. Menos uno, para que la excepción confirme la regla.

Cuesta creer que Barberá y compañía trabajaban contra las esencias del PP, en lugar de cumplirlas a rajatabla según consta en los innumerables documentos laudatorios a cargo de Rajoy. El silencio de esta semana contrasta con el exultante "Rita, eres la mejor", formulado por el presidente en funciones. Resultan singularmente hirientes las manifestaciones jactanciosas de la senadora, antes de que se iniciara la investigación de su caso en el Supremo. Por entonces se creía inmune, porque el Tribunal Superior desbarataba la iniciativa del juez José Castro de que fuera imputada en el caso Nóos. Despreciaba por insignificantes, y con media sonrisa irónica, las cantidades de mil euros presuntamente lavadas por su equipo casi al completo. Con este dinero no se compra ni un bolso de Louis Vuitton.

Ni siquiera es atrevido afirmar que la corrupción desmembra al PP con proporciones epidémicas. La teoría de los casos aislados caducó tiempo atrás. Rajoy debería aclarar cuando menos la dimensión que ha de alcanzar el fenómeno, para concluir que ha contaminado al partido entero. Sin pasar por encima de las tremendas carencias del resto del espectro político, no hace falta remontarse en el tiempo para recibir los ecos de los comentarios escandalizados de Aznar sobre los crímenes socialistas a mitad de los noventa. Aquellas andanadas, razonables a tenor de los acontecimientos, catapultaron precisamente la carrera de Rajoy. Ahora está obligado a efectuar un diagnóstico desde los mismos parámetros.

Barberá es más difícil de extirpar que Bárcenas, prácticamente desconocido por la afición antes de que se difundiera su habilidad en el manejo de las cajas B del PP y de sus cuentas suizas. En la imaginería popular, más rigurosa que el escalafón institucional, la senadora ocupa un lugar junto al presidente en funciones, por encima de sus ministros más adictos. El comunicado casi indecoroso de la exalcaldesa de Valencia funciona como un recordatorio a Rajoy de que, en lo tocante a proximidad a los corruptos, su gran amiga no figura en los papeles de Bárcenas. De hecho, la mejor defensa presidencial contra su asiduidad en la contabilidad paralela del PP consiste en afirmar que se limitó a seguir el comportamiento habitual en su partido, sin despistarse con la mojiganga ética.

Compartir el artículo

stats