La democracia es el reconocimiento del "derecho a decidir" de los ciudadanos. Y en este caso son importantes todos los elementos de la oración, puesto que este concepto es traicionero, como se verá enseguida. El sujeto de la democracia política es, como se ha dicho, el ciudadano, y no los agregados artificiosos que manejan el nacionalismo y sus sucedáneos. Democracia es, en fin, derecho a la autodeterminación personal, concepto que se desvirtúa fácilmente cuando se quiere extrapolar a beneficiarios colectivos. En este supuesto gregario, cuando los nacionalistas y afines reclaman el derecho a decidir, afirman generalmente su derecho a cumplir su voluntad pero no la de quienes, si pudieran, decidirían en sentido contrario. Y así, si no se pacta con cuidado el ámbito de decisión, se está al borde del ridículo: ¿Hay que dar alguna oportunidad a los partidarios de la independencia del cantón de Cartagena? ¿Habría que autorizar la segregación de una urbanización de lujo del municipio a que pertenece porque no quiere ser solidaria con el resto? ¿Tendría sentido que el dueño de un apartamento en un condominio se emancipase del resto y se negase a contribuir al sostenimiento común del edificio? Parece una broma pero no lo es en absoluto.
