Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El exceso

El exceso, ciertamente, tiene que ser experimentado, de lo contrario no sabríamos medir con precisión y tampoco sabríamos dónde se encuentra ese término medio que no siempre es sinónimo, como muchos creen, de vida plomiza, aburrimiento o tedio. Lo digo porque siempre me ha gustado esa frase del poeta William Blake, que dice: "El camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría." Claro que uno necesita muchos arrestos y mucha fortaleza física para instalarse de por vida en la senda del exceso o de una existencia permanentemente extrema. Sin duda, para conocer el placer de la medianía hay que haber probado platos o bebidas excesivas, aunque sea para renunciar a ellas o, por lo menos, para rebajar su dosis. Es importante conocer los límites. Y uno sólo puede conocerlos si alguna vez se ha pasado de rosca y ha experimentado que el exceso como modo de vida sólo es apto para bestias o descerebrados, aunque también asunto de seres cuyo autocontrol es absolutamente envidiable y, aun rondando el peligro, saben cómo canalizarlo o domeñarlo.

Habíamos comenzado el artículo siglos atrás con un apunte sobre el agotamiento de los usuarios de las redes sociales. Dicen que se les nota fatigados con tanta conexión, con esa disponibilidad perenne, que ahora buscan zonas liberadas atención al adjetivo de wifi y que intentan llevar a cabo 99 días de ayuno, es decir, vivir como ascetas en el desierto alejados de la tentación de las redes sociales, o como yonquis en pleno proceso de desintoxicación o síndrome de abstinencia. El exceso, cuánto placer y dolor en su nombre.

Compartir el artículo

stats