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Camilo José Cela Conde

Deberes por hacer

Decía Marx en sus tesis sobre Feuerbach cito de memoria, así que no hay que dar la frase por textual que los filósofos llevan siglos intentado entender el mundo cuando lo que hay que hacer es ponerse a cambiarlo. De parecida forma, resulta un lugar común en las conversaciones de los británicos el constatar que todo el mundo habla del tiempo que hace pero nadie hace nada por arreglarlo.

El argumento es el mismo: propio de un ensayo en el primer caso y fruto de la comidilla popular en el segundo pero idéntico en el fondo. Y hasta los artículos editoriales parecen aprovecharse de él. El diario de más difusión que hay en España se quejaba hace un par de días en su editorial de que los políticos se pasan el día hablando de pactos pero no trabajan lo suficiente para lograrlos. El periódico se refería al pacto educativo, a la necesidad, ya tan urgente como escandalosa, de lograr un acuerdo lo más extendido posible para que los planes de estudio españoles no cambien cada dos por tres. Pero la queja es aplicable a la mayor de las urgencias que vivimos hoy: la de tener de una vez por todas un Gobierno que no esté en funciones.

Que todos los líderes de la política española se llenan la boca de palabras como compromiso y pacto es una evidencia repetida elección tras elección, y comenzamos ya a tener una experiencia bien larga en materia de acudir a las urnas. Pero de esa voluntad enfática sólo se han desprendido hasta el momento dos acuerdos dignos de tal nombre: el del Partido Socialista y Ciudadanos en la legislatura anterior y el del Partido Popular y, de nuevo, Ciudadanos en esta ya renqueante. Ninguno de los dos pactos han servido de gran cosa, salvo de demostración fehaciente de que el acuerdo necesario no se puede reducir a dos únicos partidos a la vista de lo que dicen una y otra vez las urnas. Pero, ¿de verdad existen un compromiso y los suficientes esfuerzos para lograr esa pacto extendido?

Resulta chocante que las tres fuerzas políticas implicadas en las negociaciones para investir presidente sean capaces de lograr un acuerdo cara a cara pero no todos a la vez. Y la sorpresa alcanza el ridículo cuando se constata que entre el primer pacto, PSOE-Cs, y el segundo, PP-Cs, hay unas coincidencias notables en sus respectivos contenidos. Siendo así, ¿cómo es posible que lo que vale hoy no sirva para mañana, y que un mismo compromiso cambie si se mira hacia la derecha o hacia la izquierda? Sólo cabe una explicación: que las protestas enfáticas reclamando acuerdos son pura retórica encaminada no a conseguir un Gobierno sino a intentar que no lo logre el adversario, por más la consecuencia inevitable de semejante cerrazón sea la condena a repetir una vez y otra las elecciones.

Nos encanta hablar del tiempo o sacarle punta a la metafísica del universo pero no hacemos los deberes. Y así nos va.

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